COMENTARIO A PARÁGRAFO 1 (cuarta parte)
Del paralelismo entre el dato fenomenológico considerado para el
análisis de la constitución del espacio y el considerado para el análisis de la
constitución del tiempo
(Continuación)
Verónica Arís
Como ya hemos ido corroborando a propósito del espacio, en el
parágrafo 1 de las Lecturas sobre la
conciencia interna del tiempo inmanente (1905), Husserl ilustra la cualidad
del dato fenomenológico que ha de ser considerado para el análisis constitutivo
de la temporalidad con el dato fenomenológico considerado para el análisis
constitutivo del espacio. Ahora bien, este paralelismo, más allá de su función
como ilustración explicativa, ilustración que hay que ver en detalle para no
perder la riqueza de su función, revela la dificultad epistemológica de la
donación auténtica para el análisis fenomenológico y la tarea misma filosófica
de delimitar los campos precisos de lo que es en cada caso.
Es
importante considerar que la posibilidad de la fenomenología en sí misma es una
cuestión central en fenomenología, y no un aspecto que Husserl comenzó a
vislumbrar muy posteriormente con la colaboración de Eugen Fink. Hay que tener
en claro que la posibilidad de la fenomenología misma es ella el propio avance
logrado mediante la puesta en marcha de una metodología que en su incesante
ejecutarse fue esclareciéndose y refinándose.
De manera
que la riqueza de estos desarrollos husserlianos sobre el tiempo tienen la
virtud de ir develándonos la manera con la cual la fenomenología se abrió paso
de exploración. En otras palabras, estos desarrollos no valen meramente por su
distinción temática en torno a la temporalidad de la conciencia, sino por el
modo con el cual Husserl consigue esas distinciones. Ese modo es la evidencia
fenomenológica, la cual se va instituyendo como aparecer fenomenológico de
acuerdo a un sistema descriptivo bilateral que comprende por un lado la
estructura constituyente noemática en vistas a la objetividad mentada y por
otro lado la estructura constituyente noética como sistema de donación.
Es claro
que una lectura como la que propongo es muy exigente, porque requiere ya estar
en el trabajo fenomenológico mismo. Sin embargo, no hay otra forma para que la
fenomenología se revele como fenomenológica, y por tanto, que ella se comprenda
desde su propio fundamento. Si avanzásemos de otra manera, convirtiendo todo lo
descrito por Husserl como una distinción temática de una “conciencia” (al modo
de sustantivo) que se nos “muestra ahí delante” (en cuanto objeto) convertiríamos
el estudio fenomenológico en una teoría de carácter dogmático. Y eso es
justamente lo que Husserl busca evitar con su trabajo. Volver a las cosas
mismas refiere a recuperar un punto de partida y un modo de avanzar en el
conocimiento que esté libre de dogmatismos.
De acuerdo a esto podríamos decir
que la fenomenología describe desde sí, esto es, incluyéndose a sí en la
descripción. Ella es la descripción, lo que describe y cómo lo describe.
Ciertamente esto puede parecer un trabajo de tendencia subjetivista, pero no es
tal. La auto-inclusión, o mejor dicho, el auto-develamiento de la fenomenología
para sí misma en sus descripciones descansa en la rigurosidad formal y de
donación que ella misma se propone para no deformar lo que se muestra tal y como
se muestra.
En sentido figurado podríamos
ilustrar el trabajo fenomenológico así: Imaginémonos nadando en una piscina de
la cual no conocemos sus límites, y que en ese estar nadando bajo el agua
describimos no sólo lo que vemos en el fondo y en la superficie del agua, sino además
el modo con el cual se nos revela la densidad del agua en relación con nuestra
corporalidad, la cual está situada en un lugar de la piscina desplazándose. Bien
vale esta analogía ilustrativa para asumir la cualidad de la totalidad que está
en juego en las descripciones fenomenológicas de Husserl.
A partir de esta analogía
ilustrativa hemos de decir que la fenomenología describe describiéndose (valga la redundancia) a sí misma en su posibilidad,
y es esa posibilidad la que se va depurando cada vez con nuevas reducciones
fenomenológicas. Es una práctica que se perfecciona una y otra vez, y no un
programa plano.
En este sentido, la evidencia de
la que se habla en fenomenología no es meramente un asunto acerca del modo con
el cual podemos corroborar la credibilidad de un objeto al cual constituyo
psíquicamente (como suelo escuchar decir por aquí y por allá, y que más bien
tal perspectiva corresponde al tipo de aporte metafísico que pretende la
filosofía kantiana), sino la posición desde la cual algo así como la
fenomenología en su rigor epistemológico es posible.
“Volver a las cosas mismas”
refiere directamente a la tarea de superar los prejuicios científicos,
reestableciendo el factum desde el
cual podamos iniciar la indagación de la vida intencional en un análisis que
des-oculte por sí la verdadera vida de conciencia.
De allí que los “temas” en
fenomenología no sean meros subconjuntos temáticos, al modo de episodios
fragmentados del todo “programático” de la fenomenología. Todos los temas en
fenomenología redefinen la totalidad fenomenológica enriqueciéndola. De manera
que la dificultad fenomenológica no está en su carácter teórico, sino en su
realización práctica, es decir, el de convertirse en donación, esto es, en
percepción adecuada.
Teniendo esto en cuenta, revisemos
entonces la segunda parte de este paralelismo establecido en el parágrafo 1, observando
con detalle las dificultades en la asignación de nombres que allí se muestra, y
descubramos el trasfondo epistemológico que hay allí.
PARTE B: SOBRE EL TIEMPO
a) El dato fenomenológico del análisis
constitutivo del tiempo
Entonces, si a la luz del espacio observamos cuál sería el
dato fenomenológico para el análisis de la constitución del tiempo inmanente, luego
tenemos que preguntarnos: ¿de qué modo podemos entender eso que Husserl llama
dato absoluto del tiempo?
Sabemos a
través del texto de Husserl que el análisis fenomenológico del tiempo
inmanente debe atender a las aprehensiones de tiempo. ¿Qué significa esto?
Significa que se ejercitará un análisis a partir de todas aquellas vivencias en
las que el sentido objetivo de la temporalidad aparece. ¿Cuáles son estas
vivencias? ¿Algunas? ¿Todas? ¿Cuántas? ¿Acaso hay experiencias en las que no se
constituya finalmente el sentido objetivo de tiempo en lo que vive como objetividad
mentada? Observemos:
Ejemplo 1: Percibo una cosa que cambia. Aquí podemos
tener incontables ejemplos. Ustedes seguro que tendrán unos más divertidos que
los que enunciaré aquí. Pero bueno, el punto es que cumpla con que se perciba
una cosa que cambia:
(i)
Veo y escucho cómo el lápiz cae al piso cuando
lo suelto.
(ii)
Veo cómo despide vapor el té caliente que tengo
frente a mí. El vapor va serpenteando su forma y se va disipando.
Ejemplo 2: Percibo una cosa que dura y luego cambia.
(i)
Suena el timbre sostenidamente unos segundo,
luego el sonido desaparece.
Ejemplo 3: Percibo una cosa que dura y persiste, pero
lo que comienzo a ver que cambia no es ella misma, sino su entorno, la
luminosidad que acaece en su superficie, etc.
(i)
Veo cómo cambia la luz que entra en la
habitación modificando mi facilidad de lectura, al cabo que debo prender una
lámpara.
Ejemplo 4: Percibo una cosa que dura, y que más allá
de sus cambios o los de su entorno, se me dona su identidad objetiva que
ciertamente no cambia.
(i)
Caso de la cera de Descartes. Yo comprendo la
cera por más que al calentarla su aroma, temperatura y densidad cambian. Para
mí sigue siendo cera, pero fenoménicamente la percibo de un modo completamente
distinto, el estado en el que estaba ya no es más y ahora se me presenta en
otro estado. Infiero en mi vida natural que si no supiera que es cera no podría
relacionar un estado con otro.
Ejemplo 5: Intuyo invariantes, leyes, relaciones,
que parecen no tener ninguna relación causal con el cambio. Por ejemplo:
(i)
Los números, las funciones, las ecuaciones, las
categorías, los principios lógicos, etc. Sin embargo, observando tales
vivencias comprensivas veo que mi pensamiento sobre ellas va de una en otra,
que comienza con ciertas unidades de sentido y luego consigo inferir de modo
auténtico conclusiones. Entonces, las objetividades en cuestión no cambian o
bien no están sujetas a una causalidad empírica, pero mi pensar en ellas se
sucede con mayor o menor claridad en cada uno de sus pasos y en el método
empleado. Así el cálculo mismo adquiere una posición en el tiempo: concluí tal
cosa hace 5 minutos, me demoré 2 horas para demostrarlo, y como se dice en
Chile: “de pronto me cayó la teja”, lo cual refiere a un acontecimiento
comprensivo que percibo como vivido en un momento determinado, etc.
Ejemplo 6: Reconociendo el ejemplo 5 y volviendo al
ejemplo 1, tenemos la posibilidad del ejemplo 6: Percibo la cosa que cambia
(este lápiz que suelto y cae al piso rebotando y haciendo un ruido con su
golpe) y cómo cambio yo al percibirla paso a paso, en una especie de
correlación entre su comportamiento y mi comportamiento (me asusto porque
alguien está durmiendo muy cerca y temo que se despierte).
Considerando
tales ejemplos (que solamente refieren a una experiencia presente, pero bien valen
para este momento de nuestro estudio), volvamos al parágrafo 1. Husserl dice:
“Datos fenomenológicos son las
aprehensiones de tiempo, las vivencias en que lo temporal en sentido objetivo
aparece.”
¿Podemos
ver qué es eso de las aprehensiones de tiempo en los ejemplos que hemos indicado?
Revisémoslos uno a uno.
En todos los ejemplos hemos
constatado que se establece para nuestra actitud natural un tiempo objetivo: lo
que sucede está sucediendo aquí y ahora. Desde esta perspectiva del aquí y
ahora, tal parece que toda vivencia posible se constituye como teniendo su
posición en el tiempo objetivo. El evento sucede ahora, y ese ahora se va
ocultando hacia el trasfondo, y va modificándose en un cada vez más pasado, más
distante a nuestro punto fuente de ahora, estante y presente que se renueva una
y otra vez.
Ahora bien, si tal afirmación es
correcta habría que pensar fenomenológicamente de qué modo ese tiempo
objetivo, que se ancla en el ahora y luego se va ocultando en el horizonte
de pasado, y que es transversal a toda vivencia posible, llega a
establecerse constitutivamente. En otras palabras la cuestión que debe
plantearse el fenomenólogo es ¿en qué me tengo que fijar para abrirme paso
fenomenológicamente para ver cómo se constituye ese tiempo objetivo? Husserl
responde poniendo atención en las aprehensiones de tiempo. ¿Qué significa eso
de aprehensiones? Aprehensiones son los actos de orden superior, actos
muy complejos, plenos de niveles, actos y proto-actos, que finalmente constituyen
una objetividad que es mentada.
Si miramos con detenimiento lo
que dice Husserl nos damos cuenta que no es algo sorpresivo: las objetividades
son constituidas por actos de aprehensión, de manera que observando las
vivencias en las que la temporalidad es constituida objetivamente debo atender
a los modos con los cuales aprehendo tal temporalidad objetiva.
Por tanto,
con tal observación ya nuestro asunto es otro que la mirada empírica sobre el
tiempo. El “campo temporal originario” no puede ser más, para nosotros, un
fragmento del tiempo objetivo. Tampoco el ahora vivido puede ser más, para
nosotros, un punto del tiempo objetivo, por muy pequeña que sea la medida con
la que lo consideremos, incluso si lo considerásemos de modo infinitesimal.
Decir punto fuente del ahora no significa en fenomenología una duración de
milésimas de segundo, o como quiera llamarse, sino un modo de donación, cuya
extensión sólo vale en cuanto modo de donación que no se ha modificado. Esto es
clave para no tergiversar lo que se lee en Husserl.
Pero
entonces ¿a qué debemos atender para seguir el camino de Husserl? En primer
lugar a la vivencia. Y a la vivencia tal y como se muestra. ¿Cómo se muestra?
Se muestra con un orden con el que se me dona. De manera que lo que se persigue
en fenomenología son las conexiones de orden de la vivencia, que no se fundan
en el orden empírico, pero que son correlativas a él porque lo constituyen. Es
decir, si desde el interés empírico metafísico se considera el ahora de conciencia
como una milésima de segundo (por poner una medida cualquiera), desde el
interés fenomenológico la cuestión está en su llegar a ser, en su constitución,
en el orden que lo establece como ahora, y no como pasado, en su modalidad de
ser y de venir a ser, etc. Por lo tanto, tal medida empírica está fuera del
campo de la fenomenología.
b)
Datos
fenomenológicos posibles para una fenomenología del tiempo
Husserl señala en su paralelo entre la constitución del espacio
y el tiempo:
“Si llamamos dato sentido, dato
sensación, al dato fenomenológico que por medio de la aprehensión hace
consciente como dado en persona un objeto o rasgo objetivo, el cual se dice de
la misma forma entre un tiempo “sentido” y un tiempo percibido.”
En nuestro análisis de texto
hemos señalado 4 aspectos a considerar a partir de esta cita:
1° aspecto a considerar: el dato
“sentido” como dato fenomenológico, en contraste con el dato percibido que ya
es una objetividad constituida. En fenomenología nosotros queremos ver cómo
se constituye esta objetividad (sea espacial, sea temporal).
2° aspecto a considerar: los
actos de aprehensión hacen conscientes como dado en persona un objeto o rasgo
objetivo. Acá Husserl está hablando de la constitución misma de la vivencia
objetiva temporal. Es decir, aquí Husserl afirma que son los actos de
aprehensión los que forman la objetividad que es vivida en un ahora objetivo.
De manera que, en toda vivencia donde una objetividad es vivida tenemos a su
vez una temporalidad objetiva que es vivida a unísono: la objetividad es
vivida como objetividad con una posición en el tiempo en el que tal objetividad
es vivida en persona aquí y ahora. Todos los ejemplos que dimos
anteriormente entran aquí en esta consideración.
3° aspecto a considerar: de
manera que el dato sentido del tiempo es el sustrato fundante de la aprehensión
objetiva del tiempo. Si ahora dejamos de atender a la objetividad temporal
percibida, y miramos la temporalidad que es sentida, tenemos que de algún modo
esta temporalidad sentida es uno de los sustratos constitutivos de esa
objetividad. Pero ¿de qué modo? Ya lo veremos.
4° aspecto a considerar: Y la
aprehensión objetiva del tiempo es finalmente lo que denominamos tiempo
percibido. Esto quiere decir que para hacer un análisis intencional de la
temporalidad inmanente hemos de abrir esa percepción del tiempo y descubrir su
constitución.
Luego
Husserl señala en relación al tiempo percibido:
“Este último alude al tiempo objetivo. El
primero [el tiempo sentido], en cambio, no es en sí mismo tiempo objetivo –o
lugar en el tiempo objetivo-, sino el dato fenomenológico por cuya
apercepción empírica se constituye la referencia al tiempo objetivo.”
Esto
vale decir que la apercepción empírica del tiempo objetivo es la que muestra
los modos con los que fue constituido ese tiempo objetivo que es percibido.
Esta apercepción empírica del tiempo objetivo no es un dato temporal, sino un
dato quasi-temporal que ordena las
relaciones de la vivencia como temporalidad. Husserl define cualitativamente el
dato fenomenológico del tiempo:
“Los datos temporales, o si se prefiere, los
signos temporales, no son tempora
ellos mismos.”
Pero
¿cómo la apercepción empírica nos va a dar el dato fenomenológico del tiempo? Husserl
especifica la definición cualitativa dada anteriormente:
“Los datos
temporales “sentidos” no son meramente sentidos; están también <grabados>
con caracteres de aprehensión.”
Luego
Husserl agrega en el parágrafo 1 la siguiente afirmación:
“La objetividad
se constituye no justamente en los contenidos “primarios” sino en los
caracteres de aprehensión y en las legalidades pertenecientes a la esencia de
tales caracteres.”
Y
finalmente termina el parágrafo aseverando:
“En esclarecer por completo esta constitución
y en alcanzar clara comprensión de ella consiste la fenomenología del
conocimiento.”
¡Hasta la próxima!
Con cariño,
Verónica Arís
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