CLASE 15

Estructura metafísica del Psicoanálisis de Sigmund Freud
 
Parte 2
 
 
La fundación a fortiori del psicoanálisis en “hechos fisiológicos”
 
*Aspectos pendientes 05
(Psicología empírica en Brentano)
 
 
M. Verónica Arís Zlatar
 
Estimados alumnos,
 
¿Cómo les ha ido con la reflexión sugerida por Maurice Merleau-Ponty a través del ejemplo del “miembro fantasma”? ¿Podemos vislumbrar de qué modo se puede establecer un conocimiento riguroso respecto de la psique a partir de ahí? ¿Qué sucede con nosotros con ese nuevo nombrar o indicar con la palabra ese campo que todavía nos parece ambiguo?
 
Tengamos en cuenta que si no concretamos un conocimiento y estudio serio respecto del “ser-en-el-mundo” heideggeriano que retoma Merleau Ponty para redescubrir la integración que proponen las descripciones correlativas de la interdependencia de los horizontes de significación histórica husserliana en la esfera de la constitución, un lector apresurado podría llegar a considerar que la labor para alcanzar un conocimiento fenomenológico de la psique asume la vaga tarea de establecer meras instituciones poéticas y errantes, como si de crear modos ponentes de interpretación se tratase.
 
Pero la cuestión no es esa, ciertamente, para la fenomenología. Y en este sentido, hemos de cuidarnos incluso de nosotros mismos respecto del afán de dogmatizar aquello que se muestra, mediante sugestivas ocurrencias narrativas y metafísicas, por muy bien intencionadas que sean éstas. De allí que la cuestión fundamental sea atender metodológicamente a la epojé y las reducciones fenomenológicas subsecuentes. Debemos liberarnos no sólo de los prejuicios (o juicios previos, o modo de ver previo), sino de la impulsiva tendencia de conseguir hipóstasis de todo cuanto se indica en la descripción. La descripción fenomenológica versa de funciones, modos, movimientos, no de cosas. Esas funciones, modos, movimientos, se urden de un modo operatorio eidético, que cumple distintos tipos de leyes asociativas; de allí su establecimiento como habitualidad. Pero su habitualidad no es una cosa, ni un fragmento de un todo, como si hablásemos de la máquina conciencia. Conciencia es la vida misma en su más inagotable dimensión. Y en tal caso, la eidética de esas síntesis asociativas es el Logos mismo.
 
Por lo tanto, nosotros como lectores sagaces debemos proponernos la tarea de revivir la exigencia rigurosa que plenifica la mostración de lo indicado en las descripciones de los fenomenólogos, sea Husserl, Heidegger, Merleau Ponty, Michel Henry, etc.; pero sobre todo de Husserl. En tal caso hemos de preguntarnos por ¿cuál es la exigencia rigurosa y cuánta la flexibilidad pertinente, para ingresar y, luego, desarrollar una exploración en este sitio integral?
 
 
 
1.      Nuestra tarea de comprender la fenomenología se encuentra incluida en las razones mismas que han dado origen histórico a la fenomenología husserliana
 
Ahora bien, este pasaje de Merleau Ponty se los he propuesto la clase pasada para que podamos tener una idea previa de hacia dónde nos dirigimos, de qué modo podemos mantener en la captación el asunto planteado y los diversos modos de observación implicados en ello, sin excluir los campos no estrictamente fenomenológicos (ya que solamente los ponemos entre paréntesis como tesis de certeza, o bien como tesis de realidad de la actitud natural).
 
Por lo tanto, no es mi propósito que demos saltos de un lado al otro en la historia y la génesis de las razones que nos convocan en nuestras reuniones, como un pulular sin más ni más, sino reunir los elementos necesarios que nos van a permitir avanzar hacia una comprensión más penetrante de los asuntos fenomenológicos mismos.
 
Nuestro punto de partida nos da la razón. Nuestra vida cotidiana por más que muy posterior a la situación histórica de Husserl persiste en privilegiar la fundamentación materialista y naturalista como lo hacía la Época Moderna. En vistas a esto, ciertamente podemos preguntarnos y discutir de modo crítico-histórico los motivos por los cuales nos encontramos todavía hoy enraizados en ese estilo interpretante de mundo, incluso en el plano argumentativo y de fundamento. Y probablemente esta sea una de las preguntas que ha inspirado a las últimas décadas que asumen como fondo un nihilismo acérrimo (porque el escepticismo latente nos lleva inevitablemente a él), asunto que los impulsa al estudio de una discursividad fragmentada respecto de nuestras contemporáneas aproximaciones cognoscentes.
 
En este sentido, el lugar que ocupa la fenomenología en la época contemporánea es de algún modo la reinstauración del sentido primigenio de la filosofía en el complejo escenario de hoy. De manera que es ella la que asume la tarea filosófica del fundamento de nuestro conocer y ser, pero ahora en vistas a su modo de darse. Ella profundiza el gerundivo ser que somos en tanto siendo conciencia, desde el acontecimiento elocuente del darme cuenta de que me doy cuenta del cogito, primera vez explicitado por Descartes. Aquí, claro está, me refiero a Husserl. Heidegger, por su parte, nos va a mostrar tal gerundivo ser, desde la recuperación de la facticidad del ser aquí [Dasein] mediante el develamiento de sus estructuras existenciarias-comprensivas que se despliegan hermenéuticamente como ser-en-el-mundo, incluido el ser-con-otros en ese mismo mundo. Como se sabrá, esta propuesta Heideggeriana, que si bien es desarrollada en todos los trabajos y cursos desde 1923 (aprox.) en adelante, toma su forma magna en la obra Ser y Tiempo de 1927. Ahora bien, el estudioso del trabajo de Husserl observará al poco andar la íntima relación de ambas fenomenologías, e incluso él podría señalar que gran parte del primer trabajo heideggeriano concuerda con los desarrollos genéticos de la fenomenología husserliana.
 
Por este motivo me ha sido fundamental como profesora cuestionarme en primer lugar que: para enseñar el cómo del aparecer de la fenomenología deba yo primero esclarecer cómo podemos hacer camino mediante las razones mismas para encontrar el sitio de ese cómo del aparecer. Es decir, que en este (nuestro) proyecto encontramos la dificultad en torno al modo con el cual podemos hacer auténtico nuestro intento fenomenológico, para que pueda ser, valga la redundancia, fenomenológico.
 
Así como encontramos clases de filosofía que en realidad hacen las veces de clases sobre filosofía, en vez de filosóficas ellas mismas, esto es, transformadoras, aperientes de nuevos campos de comprensión; así también podría ser nuestro propósito realizar clases de fenomenología en tanto sean ellas sobre fenomenología, y no propiamente fenomenológicas. Yo por mi parte me contento con lo segundo, esto es, que busquemos la forma de sumergirnos en las razones y sus mutaciones, para conocer el verdadero terreno de juego de la fenomenología, cuya depuración va a mostrar la pertinencia de la epojé fenomenológica.
 
De manera que el transcurso paulatino que hemos realizado hasta aquí y que continuaremos las próximas clases, no sólo tienen el prestigio de una reconstrucción histórica, sino la importancia de que podamos penetrar lo más profundamente posible la “naturaleza” de las razones en filosofía, y darnos cuenta de cuánto más ellas nos piensan por sobre lo que nosotros logramos pensarlas. Suena extraño, sí, pero luego veremos que la eminencia de la constitución trascendental comienza a apuntar hacia dicha consideración. En vistas a este pre-gobierno de las razones y sin ánimo de traumarlos (chiste), sino de motivarlos a una observación libre de ciertas constataciones noemáticas, les comparto una anotación personal de febrero 2009 en torno a las palabras:
 
Las palabras me piensan, las pienso y despienso,
corren a un hilo con el sentido y el verso,
armonizan la música de mis recuerdos,
y pierden sus pasos al tiempo de lo que calla,
de lo sin nombre.
 
¡Cómo he de decir la vida, sin decir mi espejo!
Las palabras me piensan cuando conducen mis gestos,
cuando en mi conocer primero son ellas,
antes que mi ver sincero,
antes que mi vivir pleno.
 
Sin embargo, las palabras me cobijan en su nido de sentido,
en el aquí de su patencia y el más allá de su origen,
llaman a mi curiosidad por su devenir, y venir aquí
para mostrarme las formas de lo por mí vivido.
 
¡Y qué soy en esta vida, y qué soy en las palabras!
tan ajenas, tan cercanas,
tan antiguas, y tan amadas
que cuelan su historia en la mía,
que funden sus secretos en mi inocencia,
que agregan su latencia en el presente de mi descuido.
 
[…]
 
Cómo me piensan y despiensan las palabras,
Quién soy para ellas en el sonido de mi voz.
Qué escucho cuando me escucho diciendo,
Y qué digo cuando digo lo que escucho.
 
Qué es lo que siento cuando aclaran mis deseos,
Qué es lo que siento cuando entronizan el dolor.
Sin embargo, a veces mengua su entusiasmo reverberante,
y se asoman poco a poco para despertarme.
 
Lejos quedan los tiempos que van pasando,
cuán rápido los segundos se van agolpando,
mas ellas perseveran con lo que subsiste,
cristalizando la estructura vocativa de mis giros
y el horizonte profuso de sus tumbos.
 
[…]
 
VAZ
 
 
Si a este ámbito de lo semántico, donde además está implicado mi ser como yo psíquico particular, le vamos descubriendo los hilos intencionales de procedencia de la unidad de sentido mentada-evocada, comenzaremos a abrirnos paso al campo de la constitución, aunque todavía no de un modo depurado. Si a ello hacemos epojé, podremos finalmente concretar una aproximación adecuada a las estructuras de orden superior. Tal es el sentido de la reducción fenomenológica y de las variaciones imaginarias que se concretan a partir de ella, y a lo que finalmente se denomina reflexión fenomenológica, que no es una reflexión especulativa como podríamos considerar de buenas a primeras.
 
 
 
2.     Lectura diagnóstico para este mes de septiembre
 
A continuación les voy a transcribir el parágrafo 61 de Meditaciones Cartesianas, que corresponde al penúltimo parágrafo de la quinta meditación. Quiero que leamos este texto a modo de test comprensivo este mes en el que no tendremos clases debido a mi cambio de residencia. La tarea será observar cómo para Husserl la posición fenomenológica es integral en un sentido muy radical, y que la delimitación del campo de la fenomenología corresponde a la estricta universalidad de sus descripciones. Sin duda es un parágrafo complejo. Reúne lo diverso del libro completo y lo ordena. Pero quiero que tengamos conocimiento de este pasaje, aunque lo entendamos de modo muy velado, para no falsear las descripciones que conoceremos dentro de poco.
 
El texto es tomado de la traducción de Pesas, y el ennegrecido es mío para que puedan localizar en Husserl ciertas consideraciones que ya hemos conversado respecto de la fenomenología y su relación con la psicología.
 
 
§61     Los problemas tradicionales del “origen psicológico” y su aclaración fenomenológica
 
Dentro del mundo de los hombres y de los animales encontramos los conocidos problemas científico-naturales concernientes a la génesis psicofísica, fisiológica y psicológica. En ellos está incluido el problema de la génesis psíquica. Este nos es sugerido por el desarrollo infantil en el que cada niño tiene que construirse su representación del mundo. El sistema aperceptivo en el que para él existe y siempre está previamente dado un mundo como reino de una experiencia real y posible, ha de constituirse primero en el desarrollo psíquico infantil. Objetivamente considerado, el niño viene al mundo; ¿cómo llega a un comienzo de su vida psíquica?
 
El hecho psicofísico de venir al mundo conduce al problema del desarrollo corporal del individuo (puramente biológico) y al de la filogénesis, que a su vez encuentra su paralelo en una filogénesis psicológica. Ahora bien, por cuanto hombre y animales, desde el punto de vista psíquico, son autoobjetivaciones de as mónadas, ¿no apunta esto a los correspondientes nexos de las mónadas trascendentales absolutas? ¿No estarían indicando todo esto los más serios problemas esenciales de una fenomenología constitutiva, entendida como filosofía trascendental?
 
En una gran medida, en efecto, los problemas genéticos y por cierto, naturalmente, los de los grados primeros y más fundamentales, ya han sido incorporados al efectivo trabajo fenomenológico. Este grado fundamental es naturalmente el de mi ego en su esencialidad primordial y propia. La constitución de la constitución del tiempo inmanente y la entera teoría fenomenológica de la asociación pertenecen aquí, y lo que mi ego primordial encuentra en la originaria explicitación intuitiva de sí mismo se aplica en seguida a todo otro ego, y esto por razones esenciales. Sólo que con esto, ciertamente, no se rozan aún los problemas generativos arriba mencionados referentes al nacimiento y a la muerte, y al nexo de la generación de la animalidad, los cuales manifiestamente pertenecen a una dimensión superior y presuponen un trabajo de explicitación tan extraordinaria de las esferas inferiores, que ellos, todavía por mucho tiempo, no podrían plantearse como problemas sobre los que se pueda trabajar.
 
Sin embargo, mencionemos aquí más exactamente aún dentro del campo de trabajo, los vastos ámbitos de problemas (tanto problemas estáticos como genéticos) que nos ponen en una relación más estrecha con la tradición filosófica. Nuestras aclaraciones intencionales sistemáticas de la experiencia de lo extraño y de la constitución de un mundo objetivo, han sido efectuadas sobre una base que nos fue previamente dada dentro de la actitud trascendental; se trata de la base de una articulación estructural de la esfera primordial en la que ya encontramos un mundo, un mundo primordial. Este llegó a ser accesible para nosotros cuando partiendo del mundo concreto, tomado como fenómeno, efectuamos aquella peculiar reducción primordial del mismo a la propiedad, a un mundo de trascendencia inmanente. Este comprendía la naturaleza entera, reducida a la naturaleza perteneciente a mí mismo, a partir de mi pura sensibilidad; pero comprendía también al hombre psicofísico, junto con su psique, por medio de una reducción correspondiente. Con respecto a la naturaleza, no solo estaban incluidas en ella cosas visibles, cosas táctiles y otras semejantes, sino también cosas en cierta medida completas, en cuanto sustrato de propiedades causales, con las formas universales de espacio y de tiempo. Es obvio que el problema primero para la aclaración constitutiva del sentido del ser del mundo objetivo consiste, por de pronto, en aclarar el origen de esta naturaleza primordial y de las primordiales unidades psicofísicas [Leibseelischen] y su constitución en cuanto trascendencias inmanentes. Llevar a cabo tal aclaración exige investigaciones extraordinariamente amplias. Aquí volvemos a recordar los problemas del origen psicológico de la representación del espacio, de la representación del tiempo, de la representación de la cosa, tan a menudo tratados en el último siglo por los más importantes fisiólogos y psicólogos. Pero hasta ahora no se ha llegado a verdaderas aclaraciones, por mucho que los grandes proyectos ostenten la impronta de sus importantes autores.
 
Si ahora volvemos, desde ellos, al conjunto de problemas que hemos delimitado e integrado en el sistema gradual fenomenológico, resulta evidente que toda la psicología y la teoría del conocimiento modernas no han captado el verdadero sentido de los problemas que han de plantearse aquí tanto desde el punto de vista psicológico como desde el punto de vista trascendental; es decir, los problemas de la explicitación intencional estática y genética. Por cierto, era imposible captar esto, inclusive por parte de aquellos que habían adoptado la teoría de Brentano acerca de los fenómenos psíquicos como vivencias intencionales, pues faltaba la comprensión del carácter propio de un análisis intencional y del conjunto de problemas abiertos por la conciencia como tal respecto de la noesis y el noema; faltaba además la comprensión del método por principio nuevo que tales problemas exigen. Ninguna física y ninguna fisiología tienen algo que decir respecto de los problemas del “origen psicológico de la representación del espacio, de la representación del tiempo, de la representación de la cosa”; así como tampoco puede hacerlo una psicología, experimental o no experimental, que, por lo demás, se mueva en el ámbito de exterioridades inductivas. Se trata exclusivamente de problemas de la constitución intencional de fenómenos que ya nos son previamente dados como hilos conductores (que eventualmente pueden también ser previamente dados en particular con la ayuda de un experimento); pero que sólo tienen que ser indagados con el método intencional y dentro de los nexos universales de la constitución psíquica. El nexo unitario y sistemático de las constituciones que desarrollan la unidad de mi ego según lo propio a mí mismo y lo extraño, muestra con suficiente claridad a qué clase de universalidad se alude aquí. La fenomenología también significa una configuración totalmente nueva para la psicología. En efecto, la parte con mucho mayor de sus investigaciones pertenece a una psicología intencional pura y a priori (es decir, en este caso, libre de todo lo psicofísico). Es la misma psicología respecto de la cual ya reiteradamente hemos indicado que, por la transformación de la actitud natural en la actitud trascendental, admite una “revolución copernicana” en virtud de la cual asume el nuevo sentido de una consideración trascendental plenamente radical del mundo e imprime este sentido a todos los análisis fenomenológico-psicológicos. Tan sólo este nuevo sentido es el que hace que todos estos análisis sean utilizables desde el punto de vista filosófico trascendental, integrándolos, inclusive, en una metafísica trascendental. Justamente aquí se encuentra la aclaración última y la superación del psicologismo trascendental, que indujo a error y paralizó toda la filosofía moderna. Así, pues, nuestra exposición ha delineado una estructura fundamental tanto para la fenomenología trascendental como para la psicología intencional que es su paralelo (en cuanto ciencia positiva); ha establecido una división de las investigaciones eidéticas psicológicas paralelas en investigaciones que explicitan intencionalmente lo que es concretamente esencial y propio a una psique en general e investigaciones que explicitan la intencionalidad de lo extraño que se constituye en dicha psique. A la primera esfera de investigación pertenece la parte principal y fundamental de la explicitación intencional de la representación del mundo, dicho exactamente, del fenómeno del mundo existente que se presenta en el interior de la psique humana, en cuanto mundo de la experiencia universal: si este mundo de la experiencia se reduce a este mundo constituido primordialmente en la psique particular, ya no es entonces el mundo de todos y cada uno, ya no es el mundo que recibe su sentido de la experiencia humana comunizada, sino exclusivamente el correlato intencional de la vida experiencial de una psique particular, en primer lugar de mi vida experiencial y sus formaciones graduales de sentido en la originalidad primordial. Siguiendo estas formaciones, la explicitación intencional debe hacer comprensible constitutivamente ese núcleo primordial del mundo fenomenal al que puede acceder cada uno de nosotros, hombres y, ante todo, cada psicólogo, gracias a la antes descrita eliminación de los momentos de sentido pertenecientes a la extrañeidad [Fremdheit]. Si hacemos abstracción, en este mundo primordial, del ser psicofísico yo-hombre en él reducido, nos queda la mera naturaleza primordial en cuanto naturaleza de mi mera sensibilidad propia. Aquí se presenta a título de problema primario del origen psicológico del mundo de la experiencia el problema del origen de la cosa fantasma o de la cosa sensible con sus diferentes estratos (cosa visual, etc.) y su unidad sintética. Esta cosa-fantasma es dada (siempre dentro del marco de esta reducción primordial) puramente como unidad de los modos de aparición sensibles y de su síntesis. La cosa fantasma, con sus variaciones sintéticas y coherentes de cosa cercana y cosa lejana, no es todavía la cosa real de la esfera psíquica primordial; ésta, por el contrario, y ya en esta esfera, se constituye en un grado superior, como cosa causal, como sustrato idéntico (Substancia) de propiedades causales. La substancialidad y la causalidad designan, manifiestamente, problemas de un grado superior de la constitución. El problema constitutivo de la cosa sensible, así como el de la espacialidad y la espacio-temporalidad que en el fondo le son esenciales, coincide, pues, con el conjunto de problemas recién insinuado, que indaga de modo descriptivo únicamente los nexos sintéticos de las apariciones de cosas (apariencias, aspectos perspectivísticos); pero que lo hace unilateralmente. El otro lado del problema concierne a la referencia intencional de las apariciones al cuerpo orgánico funcional, el cual, a su vez, tiene que ser descrito en su autoconstitución y en la indicada propiedad de su sistema constitutivo de apariciones.
 
Al proseguir de esta manera van surgiendo nuevos problemas descriptivos de la explicitación, todos los cuales tienen que ser sistemáticamente estudiados, aun cuando aquí sólo sean tratados seriamente el problema de la constitución del mundo primordial como mundo de realidades y, junto con esto, los grandes problemas de la constitución de la espacialidad y de la temporalidad –en cuanto espacialidad y temporalidad mundanales-. Esto configura ya, como lo muestra su desarrollo, un formidable ámbito de investigación; no obstante, es tan sólo el grado inferior de una completa fenomenología de la naturaleza, en cuanto naturaleza objetiva, pero pura, la cual dista aún mucho de ser el mundo concreto.
 
La referencia a la psicología nos ha dado ocasión de traducir la distinción entre lo primordial y lo constituido como extraño en términos puramente psíquicos, y de esbozar rápidamente como problemas psicológicos el conjunto de problemas constitutivos concernientes a la constitución de una naturaleza primordial y una objetiva.
 
Pero si retornamos a la actitud trascendental, nuestros delineamientos de los problemas del origen psicológico de la representación del espacio, etc., ofrecen ahora, inversamente, el esbozo de los problemas fenomenológico-trascendentales paralelos, a saber, los problemas de una concreta explicitación de la naturaleza primordial y del mundo en general –con lo cual viene a llenarse una gran laguna en el conjunto de los problemas de la constitución del mundo como fenómenos trascendental, que habíamos proyectado anteriormente-. También podemos designar al complejo extraordinariamente grande de las investigaciones referidas al mundo primordial (complejo que forma una entera disciplina) como “estética trascendental” en un sentido sumamente ampliado; adoptamos este término kantiano porque las investigaciones sobre el espacio y el tiempo de la crítica de la razón apuntan obviamente a un a priori noemático de la intuición sensible –si bien lo hacen de un modo extraordinariamente restringido y no aclarado-, el cual, extendido hasta el a priori concreto de la naturaleza intuitiva, puramente sensible (y por cierto de la naturaleza primordial), exige ser completado desde el punto de vista fenomenológico-trascendental mediante su incorporación en el conjunto de los problemas constitutivos. Por el contrario, no estaría de acuerdo con el sentido del término kantiano “analítica trascendental”, opuesto al precedente, que denomináramos con este nombre al piso superior del a priori constitutivo, el del mundo objetivo mismo y el de sus multiplicidades constituyentes (y, en el grado más alto, el a priori de los actos idealizantes y teorizantes que constituyen en definitiva la naturaleza y el mundo científicos). La teoría de la experiencia de lo extraño, la llamada impatía, pertenecen al primer piso, que sobrepasa esta “estética trascendental”. Aquí sólo basta con indicar que también vale para esto todo lo que hemos dicho respecto de los problemas psicológicos del origen que se plantean en el piso inferior, es decir, que sólo gracias a la fenomenología constitutiva el problema de la impatía cobra su verdadero sentido y el verdadero método para su solución. Justamente por ello, todas las teorías formuladas hasta ahora (incluso la de Max Scheler) no han logrado resultados efectivos, no habiéndose jamás reconocido, por lo demás, el modo como la extrañeidad del otro se transfiere al mundo entero como su objetividad y le confiere justamente este sentido de la objetividad.
 
Deseamos indicar expresamente que, como es obvio, no tendría sentido tratar por separado la psicología intencional, en cuanto ciencia positiva, y la fenomenología trascendental, y que, en este respecto, el trabajo efectivo recaerá sobre esta última, mientras que la psicología, despreocupada de la revolución copernicana, tomará los resultados de la fenomenología. Pero también es importante atender al hecho de que, así como la psicología y el mundo objetivo en general no pierden su existencia ni su sentido de ser en la consideración trascendental, sino que este último es llevado a una originaria inteligibilidad por el descubrimiento de sus múltiples aspectos concretos, del mismo modo, tampoco la psicología positiva pierde su legítimo contenido sino que, liberada de la positividad ingenua, se convierte en una disciplina de la filosofía trascendental universal misma. Desde este punto de vista se puede decir que la psicología intencional es la en sí primera de una serie de ciencias que se elevan por encima de la positividad ingenua.
 
En efecto, ella tiene aún otra ventaja sobre todas las demás ciencias positivas. Si se edifica en la positividad con el método concreto del análisis intencional, ella no puede tener problemas de fundamentos de la clase que tienen las otras ciencias positivas, problemas que provienen de aquella unilateralidad de la objetividad ingenuamente constituida, la cual, en último término, para llegar a ser considerada en la totalidad de sus aspectos, exige el paso a la consideración trascendental del mundo. Pero la psicología intencional tiene ya en sí lo trascendental, sólo que oculto –únicamente se requiere una última meditación para llevar a cabo el giro copernicano, que no cambia nada en el contenido de sus resultados intencionales, sino que sólo reconduce a su sentido último-. La psicología, como se podría objetar, tiene también un problema fundamental y, en definitiva, un problema de fundamentos, el único, y éste es el del concepto de psique.
 
 
Aquí termina el parágrafo 61 de Meditaciones Cartesianas. Espero que, si bien su lectura es ardua porque hay muchísimas cuestiones implícitas, al menos de lo que yo he destacado hayan podido apreciar el sentido implícito que guardan las razones epistemológicas de la posición fenomenológica.
 
Muchos saludos,
 
 
Verónica Arís
 
 
 

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