CLASE 08

Estructura metafísica del Psicoanálisis de Sigmund Freud
 
Parte 2
 
 
La fundación a fortiori del psicoanálisis en “hechos fisiológicos”
 
*Aspectos pendientes 02
 
 
M. Verónica Arís Zlatar
 
Estimados alumnos,
 
Recapitulemos el orden que hemos realizado hasta aquí, para que no perdamos de vista lo realizado y lo que queda por realizar.
 
______________________
 
 
INTRODUCCIÓN
 
La pregunta por el sentido de la recuperación de las categorías generales de la vivencia en tanto vivencia para el diagnóstico clínico
 
 
1. Desde el punto de vista del contenido, la teoría del inconsciente propone una determinación metafísica de una totalidad compleja y fragmentada, desapercibida por la conciencia pero de algún modo “en” la conciencia, y sobre todo “en” el cuerpo.
1.1 La estructura fragmentada de la vida del hombre: el ello, el yo, el super-yo y el mundo exterior.
1.1.1 El problema de la hipostación del ello, el yo, el super-yo, y el mundo exterior.
1.1.2  La posición fenomenológica husserliana frente a las consideraciones metafísicas.
 
 
1.2 La fundación a fortiori del psicoanálisis en “hechos fisiológicos”, que se transcriben en “eventos del órgano somático”.
1.2.1 Razonamiento:
(i) Se nos está hablando de una ciencia natural que se edifica –al menos- sobre un factum natural.
(ii) Se nos habla del modo con el cual se constata el hecho de la conciencia, según su condición indiscutible.
(iii) Que lo que constituya el fundamento de la vida anímica también es un hecho.
(iv) Que lo que constituye la vida anímica es su aparato y sus energías.
(v) A fortiori (con mayor razón), este aparato y estas energías son también hechos.
 
 
1.2.2 Dificultades del razonamiento:
 
Dificultad 1: El sentido del término “hecho” según la exigencia epistemológica de una ciencia natural cualquiera
Dificultad 2: La índole del “hecho” de conciencia y las adecuadas leyes y razones de su origen
Dificultad 3: La interdependencia de las cuatro causas en los “hechos de conciencia”. La tarea del reconocimiento de la “causa eminente”
Dificultad 4: De las causas “necesarias” y las “suficientes”, sean concomitantes o eminentes
Dificultad 5: Reconocimiento de la causa eminente o de la índole adecuada, y las causas concomitantes que provienen de otros niveles objetivos
Dificultad 6: La complejidad causal de la psicología. Facticidad particular de la vivencia y la singularidad yoica. El desafío de una ciencia que debe reparar en la inagotable dimensión de la vida
Dificultad 7: El sentido de la recuperación del concepto de vivencia [Erlebnise] por parte de la fenomenología.
 
1.2.3 Contraargumento freudiano a considerar: La insuficiencia de la mostración como argumento que defiende el factum de la conciencia en lo oculto para sí: el Inconsciente
 
 
1.2.4 Asuntos pendientes a la discusión acerca de la fundación a fortiori del psicoanálisis en “hechos fisiológicos”
 
Primero: La efectiva situación del Psicoanálisis. La complejidad causal de la facticidad particular de la vivencia y la singularidad yoica. El desafío de una ciencia que debe reparar en la inagotable dimensión de la vida
Punto 1:            La múltiple proveniencia.
Punto 2:           El cuerpo propio como lo primeramente extraño.
Punto 3:           Las desconocidas razones que urden estas multiplicidades.
Punto 4:           El noema como “The meeting point”.
Punto 5:           La acuciosa descripción psicoanalítica como descripción antropológica.
 
Segundo: La procedencia epistemológica inestable de las leyes psicoanalíticas.
 
Tercero: ¿Cómo se puede establecer el ámbito legítimo del campo a investigar?
 
Cuarto: La relación entre psicología y fisiología que establece Brentano.
 
Quinto: ¿En qué sentido para Brentano su psicología es una psicología empírica?
 
Sexto: El trayecto husserliano desde la psicología genética de 1894 a la psicología descriptiva pura de 1901.
 
Séptimo: Sistemas y momentos en la fenomenología husserliana.
 
1.3 El supuesto de la condición antropológica del hombre, donde cierto tipo de comportamiento es clasificado como natural, primitivo o arcaico, y otro como mediado por la cultura.
 
 
 
2. Desde el punto de vista de la función científica como delimitación de un campo de investigación, la teoría del inconsciente da crédito representativo del aparecer y evanescer de aquello presuntivamente presente.
 
2.1 El psicoanálisis como modelo teórico, no se propone conocer efectivamente el qué esencial de la vivencia, sino que intenta un modelo explicativo “como si” la experiencia fuese de esa manera.
 
2.2 Recurre a elaboraciones representativas, prescribiendo una representatividad interpretante de la realidad.
 
 
______________________
 
EXPLICACIÓN DEL RECORRIDO
 
Todos estos puntos, por cierto, respecto de la primera parte de la introducción, la que corresponde a un análisis de la plataforma epistemológica que funda algo así como un Inconsciente para el psicoanálisis, y ese especial concepto de Inconsciente.
 
Cuando ya tengamos completada toda esta etapa podremos evaluar si se hace necesario o no problematizar el carácter hermenéutico implícito en la labor psicoanalítica y terapéutica en general, y respecto de qué tipo de hermenéutica estaríamos hablando. Asimismo, podremos evaluar si se hace o no necesario volver a plantear los asuntos relativos a la plataforma epistemológica de la neurociencia de hoy en día. Quizás no sea necesario abordar ambas cuestiones, hermenéutica y neurociencia, al modo como lo estamos haciendo con el Inconsciente, porque ya muchas de las cuestiones fundamentales habrán sido advertidas. Por tanto puede que llegado el momento decidamos tan sólo dedicar una reunión para conversar someramente ambas cuestiones, con el fin de realizar una comprensión integral de todos los asuntos pauteados. Por tanto dejo abierto el itinerario de esta introducción.
 
Lo importante para nosotros en estas primeras clases es reconocer de qué modo podemos ir abriéndonos paso hacia la fenomenología en la actividad psicológica terapéutica. Con ello hemos de plantearnos, si acaso hay algo que debamos apartar o reconsiderar de la psicología comúnmente aceptada. Pero, sea el caso que fuere, es nuestro imperativo hacerlo a través del ejercicio fenomenológico mismo. Debemos evitar a toda costa caer en la comodidad dogmática de asumir los alcances fenomenológicos como ciegas estructuras a priori a las que hay que seguir como teoría de una mecánica de conciencia. En este sentido, el ejercicio fenomenológico no consta sólo de una mera familiarización de los términos propios de una teoría especial sobre la conciencia, sino en la consideración viviente de las razones que dan origen a tal metodología. Por lo tanto, hay en todo este recorrido que busco trazar para ustedes la sincera propuesta de “volver a las cosas mismas” que motiva a la fenomenología desde sus inicios, a través de un posicionamiento vital en una no-moderna idea de ciencia. Digo “no-moderna” y no digo “nueva”, porque efectivamente esta idea de ciencia no es nueva en sentido estricto, sino tan sólo se busca recuperar la auténtica idea de ciencia que ha motivado a la vida filosófica desde Pitágoras en adelante. Si Husserl define la fenomenología en tanto fenomenología, no lo hace en razón de una especie teórica dentro del género filosofía, sino en la búsqueda de la definición misma de filosofía en cuanto tal. La fenomenología como ciencia de esencias es ella misma ciencia primera, al modo como los antiguos denominaban a la filosofía. Por lo tanto, habrá que tener en cuenta que el vocablo “ciencia” en nuestro lenguaje habitual significa lo mentado como ciencia moderna, y con ello tener presente su sitio epistemológico de acreditación y cumplimiento de conocimiento, mientras que “ciencia” para la fenomenología al definirse a sí misma es un arte eidético exploratorio, abierto a un sin número de modos de manifestación todavía no donados, y cuyo modo de donación y cumplimiento se levantan en virtud de la inmediatez de mostración y su capacidad de mantenerse en la captación a través de la vivencia, múltiple y fluyente.
 
 
TEST DE NUESTRO PROGRESO
 
Por otra parte, ya quizás a estas alturas lo que en un comienzo nos parecía extremadamente extraño –el léxico fenomenológico- es ahora un poco más cercano, y lo que nos parecía archi-conocido aunque por alguna razón no nos satisfacía para la práctica terapéutica, comienza ahora a mostrar sus primeros límites epistémicos. Retomemos los aspectos transversales a nuestra introducción, y contrastémoslos tanto con lo que sabemos del Inconsciente y lo que sabemos de la posición fenomenológica:
 
A- El tipo de mostración de su objeto.
B- La amplitud del campo en la que se enmarcan sus leyes,
C- El nivel ontológico al que corresponde su campo.
D- Sus fuentes de creencia y sujeción.
E- Sus posibilidades de validación más allá de sí.
 
¿Estamos en condiciones de poder vislumbrar los límites que el concepto de Inconsciente psicoanalítico nos propone?
 
Y si acaso vemos algún límite: ¿qué es lo que permite que ahora podamos verlos? ¿Qué es lo que ha cambiado en nosotros?
 
Seamos muy exigentes en nuestra observación. Aquí la idea no es responder rápido sino penetrar en la efectiva fenomenalidad de la comprensión interpretante de la posibilidad del conocimiento, y en este caso, del conocimiento de nuestra vida psíquica.
 
 
HERRAMIENTAS PARA NUESTRA ACTUAL ETAPA COMPRENSIVA
 
En nuestro breve trayecto hemos ido poco a poco incorporando ciertas herramientas comprensivas:
 
Causas
 
En primer lugar, nos vimos enfrentados a la cuestión de distinguir campos de validez, o si se quiere, campos causales. Con ello incorporamos a nuestra ruta las cuatro causas aristotélicas, y la modalidad de causa necesaria y suficiente, e incluso propuse dos causas más debido a la naturaleza imbricada de la vida psíquica: causa eminente y concomitante.
 
La importancia de la distinción de causas es la siguiente. Advertimos un primer nivel de esclarecimiento científico. Para ello distinguimos órdenes ontológicos desde el cual procede una cuestión de hecho. La procedencia o proveniencia de una cuestión de hecho asume por consiguiente diferentes órdenes de horizontes explicativos. No existe una “realidad” plana y lineal, sino que su mismo estudio distingue diferentes órdenes de variedades o multiplicidades causales.
 
Así que desde nuestra tarea de limpieza y ordenamiento de nuestro conocimiento psicológico, lo primero será enderezar todo lo que conocemos según el tipo de multiplicidad causal en la que participa.
 
 
Tarea de la observación del “hecho”
 
La tarea de la observación de lo que sea “hecho de consciencia”. Es importante que esta práctica se realice la mayor cantidad de veces que sea posible. Si se ha realizado alguna vez, muy bien. Si no se ha realizado, será necesario que se haga. Su práctica es fundamental por dos motivos principales:
 
a) Para conocer de manera viviente cuál es nuestro efectivo punto de partida para penetrar en los asuntos.
 
b) Para mantenernos en la posición misma de la fenomenología, esto es, abiertos a lo que se muestra. En el momento que dejamos de ver, dejamos de hacer fenomenología y comenzamos a dogmatizar de un modo feliz o no aquello que se nos presenta.
 
En este sentido, cuando nos preguntamos “cuál es el hecho en este caso” estamos abriéndonos paso a una variación imaginaria de índole noemática, es decir, aquella que busca colegir del modo más adecuado posible la totalidad que se nos está presentando. Digamos que la primera tarea es: recuperar la auténtica multiplicidad causal que se me presenta en el otro encarnado.
 
 
La tarea de apercibir el movimiento intencional
 
Con todo, poco a poco comenzamos a notar que un mentar, juzgar, y sentir corresponden a un movimiento de sentido.
 
Por ejemplo, si nos ponemos a escribir algo, o incluso cuando analizamos un texto ya escrito, podemos observar en la secuencia de proposiciones que su secuencia responde a ciertos movimientos, como si de una danza se tratase. Por ejemplo: Un enunciado se propone y su orden gramatical advierte enunciados posibles de acreditación garantizada. Y observamos que el siguiente enunciado asume la elección de uno de ellos, cuya extensión es más específica. Luego, hay un contragiro argumentativo en la tercera proposición que da cuenta de lo que ha quedado fuera de los límites considerados por las dos primeras.
 
Cuando observamos estos movimientos, mientras leemos o escribimos, comenzamos a notar esta fuerza pujante intencional que se encuentra íntimamente motivada por la naturaleza lógica inherente al enunciado (lógica en lo concordante a los principios lógicos, las categorías formales y materiales, las leyes gramaticales acreditadas o implícitas al enunciado, y su correspondencia empírica según un sistema de cumplimiento). Podríamos decir que el enunciado se transforma para nosotros jóvenes fenomenólogos en la cáscara o la piel, si se quiere, de la vitalidad intencional que lo funda.
 
Asimismo, podemos hacer el ejercicio de constatar nuestros más íntimos pensamientos en nuestro diálogo personal. El ejercicio de examinar aperceptivamente nuestro diálogo interno cuando conducimos el auto parece ser elocuente. Allí podemos constatar no sólo el tipo de enunciado que vamos sacando a la luz en nuestro verbalizar íntimo, sino también todos los movimientos afectivos que lo motivan,  las idas y venidas de los mismos.
 
 
La tarea de hoy: la pregunta por el fundamento
 
Luego de la constatación de estos movimientos que van y que vienen, sea en mí o bien sea en mi observación del otro, es preciso preguntarnos:
 
a) ¿Tienen alguna regularidad?
 
b) Y si la tienen, ¿de qué tipo es esa regularidad? ¿Empírica o lógica, o ambas?
 
c) ¿Qué es lo que efectivamente está en juego ahí en ese desplazamiento viviente de sentido?
 
 
 
*Aspectos pendientes 02
 
 
Luego de hacer repaso a nuestro recorrido y de hacer presente las herramientas indicadas en nuestro progreso, volvamos a nuestra introducción. La clase pasada comenzamos con algunas de las consideraciones que nos habían quedado pendientes respecto de nuestra problematización acerca del “hecho de conciencia” para el psicoanálisis. Ahora continuaremos con el segundo punto.
 
 
2) El problema de las leyes desde una procedencia epistemológica inestable: el traspaso a crítico del ‘como si’ al ‘en sí’, de la hipótesis a la hipóstasis
 
Si bien en el punto anterior le hemos concedido al psicoanálisis ciertas licencias para sostener su propuesta del Inconsciente, debemos ahora subrayar qué es lo que no podemos concederle, esto es, el traspaso de la hipótesis a la hipóstasis sin un análisis crítico.
 
Una de las razones por las cuales este traspaso de hipótesis a hipóstasis queda explicado tiene relación con la circunscripción del psicoanálisis como ciencia empírica en tanto ciencia moderna. Esto significa que las consideraciones alcanzadas a través de la hipótesis del Inconsciente tienen como sentido final (causa final, su “para qué”) ser un “peldaño positivo” para la práctica interpretativa terapéutica. Con peldaño positivo me refiero a dos aspectos principales: (i) que sus alcances, por ejemplo el que la psique sea así y de esta manera, configuran su propio terreno de juego, el suelo desde el cual ella misma se yergue, esto es su indiscutido punto de partida. Y (ii) que tal descorrimiento tiene como fin “ganar” conocimiento. Este “ganar” tiene relación con el imperativo científico moderno que consiste en resolver una “cuestión de hecho”, modificarla, o al menos controlarla. Para la psicología tal imperativo se encuentra dirigido a la modificación del comportamiento del paciente, modificación que es perseguida a través de la implementación de causas eficientes que sean decisivas: fármacos, traducciones al lenguaje de los sentidos implícitos o bien de los complejos operantes en el comportamiento explícito, etc.
 
Pero hemos de saber que todos estos aspectos asumen como estructura paradigmática una idea de ciencia “evolucionista”, “progresiva”, cuya idea fin se haya fundada en una perfectibilidad que corre su cumplimiento siempre un metro más allá de lo alcanzado en virtud de lo que no puede conseguirse por definición: el noúmeno, la cosa en sí[1]. Por otra parte, este espíritu evolucionista de la ciencia cuya idea fin de perfectibilidad se encuentra siempre pre-indicada, configura el sustrato afectivo que motiva el ímpetu por la efectividad de sus pasos. Este ímpetu de efectividad nos lleva nos lleva, por otra parte, a dos valoraciones del conocimiento que a su vez van a definir históricamente la situación aperiente para un conocimiento posible: (i) que el concepto de conocimiento sea considerado como útil, cuyo sustrato es la estructura del poder y el arbitrio del hombre sobre los eventos y efectos que parecieran acaecerle, y (ii) la consecuente re-comprensión de la temporalidad ontológica del conocimiento mismo, lo cual se traduce en un: no hay tiempo que perder, tales cavilaciones fenomenológicas no tienen pertinencia científica, no resuelven la cuestión de hecho de una crisis histérica, etc., y que hemos visto aparecer en el Compendio.
 
En este sentido, hemos de considerar que la ciencia moderna no sólo se define por el método de la enumeración de sus argumentaciones y la acreditación deductiva o inductiva de las mismas –como suele considerarse correctamente en virtud de un análisis del legado de Descartes-, sino porque su subsecuente posicionamiento en tanto sistema teórico se encuentra determinado por el mismo tipo de estructura que describe, en el marco de una idea del conocimiento conseguido y posible prescrita por su utilidad, como poder y tiempo.
 
De allí que el Inconsciente no pueda mantenerse como hipótesis para Freud. El carácter de ciencia empírica moderna del psicoanálisis le exige poner su adquisición conceptual como punto de partida, con tal de conseguir con tal impostura la definición de lo psíquico en una específica trama de juego. Así la hipótesis se convierte en una fuerte posición metafísica que termina por definir al hombre de acuerdo a ciertas posibilidades antropológicas bien definidas.
 
Por el contrario, si la idea de Inconsciente fuese asumida no por una ciencia empírica moderna, sino por una ciencia fenomenológica contemporánea, tal hipótesis se mantendría como hipótesis hasta que la metodología alcance su última estructura eidética. Tal metodología consistiría, y como veremos más adelante, en una seria reducción fenomenológica y en la práctica abstractiva de las variaciones imaginarias que se consideren para la contemplación de la vivencia posible. Para una ciencia psicológica fenomenológica será la estancia eidética misma la que llevará la estructura hipotética del Inconsciente a un cierto estadio de realismo epistémico. ¿Cómo? Por el carácter ontológico del eidos en cuanto tal.
 
Con todo lo dicho hasta aquí ejercitemos nuestra comprensión analizando críticamente este ejemplo de texto freudiano:
 
TEORÍA GENERAL DE LA NEUROSIS (1916-17 [1917])
Lección XIX. Resistencia y represión
(Obras completas, pp. 2306-2307)
 
Diremos, pues, que todo proceso forma parte primeramente del sistema psíquico de lo inconsciente y puede después, bajo determinadas circunstancias, pasar al sistema de lo consciente.
 
La representación más grosera de estos síntomas –o sea la espacial- es la que nos resulta más cómoda. Asimilaremos, pues, el sistema de lo inconsciente a una gran antecámara, en la que se acumulan, como seres vivos, todas las tendencias psíquicas. Esta antecámara da a otra habitación más reducida, una especie de salón, en el que habita la conciencia; pero ante la puerta de comunicación entre ambas estancias hay un centinela que inspecciona a todas y a cada una de las tendencias psíquicas, les impone su censura e impide que penetren en el salón aquellas que caen en su desagrado. Que el centinela rechace a una tendencia dada desde el umbral mismo del salón o que lo haga retroceder después de haber penetrado en él son detalles exentos de toda importancia y dependientes tan sólo de la mayor o menos actividad y perspicacia que el mismo despliegue. Esta imagen tiene para nosotros la ventaja de permitirnos desarrollar nuestra nomenclatura técnica. Las tendencias que se encuentran en la antecámara reservada a lo inconsciente escapan a la vista de la conciencia recluida en la habitación vecina, y, por tanto, tienen en un principio que permanecer inconscientes. Cuando después de haber penetrado hasta el umbral son rechazadas por el vigilante, es que son incapaces de devenir conscientes, y entonces las clasificamos de reprimidas. Pero tampoco aquellas otras a las que el vigilante ha permitido franquear el umbral se han hecho por ello conscientes necesariamente, pues esto no podrá suceder más que en los casos en que hayan conseguido atraer sobre sí la mirada de la conciencia. Llamaremos, pues, a esta segunda habitación sistema de lo preconsciente. De este modo conserva la percatación su sentido puramente descriptivo. La esencia de la represión consiste en el obstáculo infranqueable que el centinela opone al paso de una tendencia dada, de lo inconsciente a lo preconsciente. Y este mismo centinela es el que se nos muestra en forma de resistencia cuando intentamos poner fin a la represión por medio del análisis.
 
Me diréis, sin duda, que estas representaciones son tan groseras como fantásticas y nada propias de una exposición científica. Convengo en que, efectivamente, adolecen del primero de los defectos señalados, y añadiré que no las creo, además, completamente exactas. Así, pues, tengo ya preparado algo que las sustituya con ventaja, aunque no pueda garantizaros que no siga pareciéndonos fantástico. Entre tanto, habréis de concederme que estas representaciones auxiliares, de las que tenemos un ejemplo en el muñeco de Ampère nadando en el circuito eléctrico, no son, ni mucho menos, despreciables, en tanto en cuanto constituyen un medio auxiliar para la comprensión de determinadas observaciones. Puedo aseguraros que nuestra grosera hipótesis de las dos habitaciones con un centinela vigilando a la puerta de comunicación entre ambas, y la conciencia como espectadora al fondo de la segunda estancia, nos da una idea muy aproximada de la situación real, y quisiera también que convinierais en que nuestros términos inconsciente, preconsciente y consciente prejuzgan menos y justifican más que otros muchos propuestos o ya en uso, tales como subconsciente, paraconsciente, intraconsciente, etc.
 
Pero aún podéis hacerme una observación mucho más importante. Podéis, en efecto, advertirme que la organización del aparato psíquico, admitida por nosotros para la explicación de los síntomas neuróticos, habrá de poseer una validez general y servirnos también para el esclarecimiento de la función normal. Exacto. No me es posible, por el momento, entrar en el examen de esta extensión de nuestra hipótesis a la vida anímica normal, pero sí quiero hacer resaltar el extraordinario incremento que experimenta nuestro interés por la psicología de la formación de síntomas, ante la esperanza de que el estudio de las circunstancias patológicas nos aproxime al conocimiento del devenir psíquico normal, oculto hasta ahora a nuestros ojos.
 
 
 
TAREA PARA CONVERSAR AL FINAL DE LA CLASE
 
1) ¿Qué esfera fundante garantiza que la psique sea de este modo? Me explico. Tenemos una situación de hecho con un paciente, y  nuestra observación detenida de los síntomas han conducido a la hipótesis de un complejo donde las tensiones de fuerzas operantes en este juego del centinela y las habitaciones pueden quedar justificadas. Ahora bien: ¿Toda vivencia posible se encuentra definida así? ¿Qué me puede dar a mí la garantía del salto de ciertos casos a la definición de la conciencia en general? ¿Qué es lo que ha causado la estructura descriptiva de este complejo -más allá de los síntomas?
 
2) Pensemos por un momento en “las cuestiones de hecho” y “las cuestiones de derecho”. De esta manera prepararemos el espíritu para la próxima clase: Así como hablamos de las 4 causas aristotélicas, la causa necesaria y suficiente, y las causas eminente y concomitante, así ahora se agrega la exigencia de ámbitos de validez: Conocimiento empírico y conocimiento crítico trascendental.
 
Muchos saludos,
 
VAZ
vero.aris@gmail.com



[1] Volver a revisar los esquemas de la Clase N° 5.

Comments

Popular Posts