COMENTARIO A PARÁGRAFO 7 (tercera parte)

 
Los requerimientos epistemológicos que motivaron la investigación fenomenológica sobre la constitución de la vivencia de sucesión
 
 
Tercera parte:
Requerimiento conceptual para la fundación de las leyes evidentes anteriormente indicadas
 
***A***
 
Verónica Arís
 
 
Las leyes evidentes indicadas anteriormente, a saber, 1° La percepción de un objeto temporal tiene ella misma temporalidad, 2° La percepción de la duración presupone ella misma duración de la percepción, 3° La percepción de cualquier figura temporal tiene ella misma su figura temporal, y, 4° La percepción conserva en todos sus integrantes fenomenológicos su temporalidad fenomenológica, que pertenece a su esencia inabrogable, tienen su raíz en otra serie de leyes vinculadas al concepto de representación que Husserl considera desde sus inicios, y al que nos hemos referido cuando citamos la pregunta de 1893, homologándolo –para simplificar nuestro punto de partida- con el concepto de constitución.
 
En esta oportunidad vamos a mirar ese concepto de representación más en detalle. Vamos a ver cómo esta segunda serie de leyes que abordaremos aquí nos explicita la argumentación que establece de manera fundada esta serie de 4 leyes que ya indicamos, mediante la necesaria consideración de dos definiciones de intuición que Husserl acuña también en 1893, a saber: la intuición en sentido estrecho y en sentido ampliado.
 
 
 
1.      El concepto de representación en vistas a la formulación de la pregunta en 1893
 
Cuando en ese primer pasaje de 1893 Husserl se plantea la pregunta por la secuencia temporal de un objeto que dura, señala el concepto de representación. Recordemos el pasaje:
 
¿Cómo la unidad de un cambio en proceso que continua por una extensión de tiempo, una unidad que pasa o se desarrolla en cuanto sucesión –la unidad de una melodía, por ejemplo- llega a ser representada?[1]
 
 
            En nuestro primer comentario al parágrafo 7 señalamos que el modo con el que Husserl usa el concepto de representación dista del tradicional significado moderno, el cual, considerado como un re-presentar, remite a una segunda presentación, una inauténtica o mediada presentación, y, finalmente, toma su sitio como un "remedo" o mala copia de lo que sí podría definirse estrictamente como presentación. En ese momento dijimos que para Husserl el concepto de representación distaba, desde sus inicios, de tal remisión, y que su significado tiene que ver con “presentación para y por la conciencia”. Y finalmente dijimos para simplificar que podíamos entenderlo como el concepto que acuñará luego, a saber, el concepto de constitución.
 
            Veamos más profundamente esta diferenciación paradigmática. La significación del concepto de representación es clave para el establecimiento de la fenomenología. ¿En qué sentido? Veamos primero el panorama epistemológico que alumbra su significación tradicional moderna y luego la fenomenológica. El concepto de representación desde su tradicional significado moderno padece una insuficiencia de claridad epistemológica que ciertamente tiene sus epistemológicas consecuencias. El campo semántico del concepto moderno en cuanto “segunda presentación” establece la dualidad de opuestos sujeto-objeto, fenómeno-noúmeno, inmanencia-trascendencia. Cuando el pensamiento moderno se pregunta por los principios de legitimidad del conocimiento (Descartes), las condiciones de posibilidad del conocimiento (Kant), y la in-existencia intencional de la conciencia como psicología empírica (Brentano), traza una línea metafísica de distinción entre lo que puede ser vivido por la subjetividad (con o sin garantías), y la realidad misma cuya existencia se sustrae de nuestra capacidad de conocerla. De allí que la esfera de la inmanencia, esto es, de la conciencia como sitio “interior”, sea considerada como el "lugar" que recibe datos, signos, o imágenes de un "mundo", de una realidad que vive de manera independiente de nosotros y cuyas razones no podemos conocer en sí. Si miramos este panorama detenidamente veremos que hay una limitante estructura epistemológica sobre esta base metafísica de la dualidad opuesta de sujeto-objeto, la cual a pesar de que intenta dejar de ser metafísica en virtud de un análisis de las posibilidades subjetivas de conocer, reafirma sin quererlo la metafísica antigua que defiende las razones en sí que dan forma concreta a todo objeto real.
 
De manera que cualquier teoría del conocimiento que tenga por base tal concepto de representación va a estar francamente configurando un modelo acerca de la imposibilidad de conocer, explicitando posibles órdenes y estructuras de la más variada índole, pero que no resolverán la cuestión del conocimiento y cómo este sea posible, si paradigmáticamente el objeto siempre se sustrae de su posibilidad de ser conocido, así como tampoco esclarecerá esta limitación que se ha tomado por base con el fin de superarla. Por el contrario, esmerados esfuerzos van a complejizar las posibilidades teóricas para acercarnos al conocimiento de las cosas, exacerbando la utopía de un conocimiento más fidedigno, como un infatigable ejercicio de de hacer frente a la nefasta creencia que funda su quehacer. Desde esta perspectiva, no cabe hablar para la metafísica moderna de posibilidad del conocimiento, autenticidad de la experiencia, evidencia, ni apodicticidad. Y lo que corresponda al término fenómeno, en su sentido concreto de manifestación, se considerará como máscara o apariencia de la cosa, y no como aparecer mismo de la cosa. De suerte que, con tal concepto de representación se establece un campo de juego teórico que se edifica sobre la creencia de la imposibilidad del conocimiento y de un proliferante subjetivismo relativista y un psicologismo, ambos argumentativamente inevitables. Y así las cosas, el investigador filosófico se pierde a sí mismo en sistemas de creencia epistemológica, sin siquiera intentar lo que Husserl nombra como: “volver a las cosas mismas”. La consecuente disociación entre inmanencia y trascendencia, sujeto y objeto, fenómeno y noúmeno, definen una época moderna que aún con el máximo propósito del avance riguroso y científico, y una claridad universal de su método, anticipa la aporía de su imposibilidad.
 
            Así, la expresión husserliana de: “volver a las cosas mismas” increpa a esta ciega obediencia metafísica moderna. Y no será sólo el método fenomenológico con las distintas reducciones fenomenológicas lo que va a permitirnos superar este y otros paradigmas que motivan nuestras investigaciones a partir de un modelo epistemológico limitado, sino también el concepto de representación, que ya a la base sólo mienta un estadio ilimitado: aparecer. Con la indicación del aparecer Husserl no recae en la limitación de lo que haya que comprenderse por conciencia. Simplemente da cuenta de que hay algo que aparece, y que por tanto ha de considerarse en esa doble dimensión: lo que aparece y el acto de aparecer. Es cierto que esto es lo que justamente repara Brentano en Psicología desde el punto de vista empírico (1874). Sin embargo, Brentano tras estas consideraciones lamentablemente vuelve a caer en el modelo metafísico moderno. Mientras que Husserl considera esta doble dimensión del aparecer desde el reconocimiento eidético de eso que aparece, pero ya no de manera unitaria sino como una totalidad de imbricaciones múltiples. Entonces, si sólo vemos que, para el estudio fenomenológico, lo que se considera es una unidad de sentido constituida como una totalidad abierta de múltiples momentos constituyentes que a su vez presentan múltiples grados de claridad, ya no tenemos más una dualidad de opuestos: sujeto-objeto, fenómeno-noúmeno, inmanencia-trascendencia. Sólo se estudia lo que es vivido, en tanto que es vivido y cómo es vivido, en vistas a la vivencia posible.
 
            Así, la pregunta de 1893 ha de leerse como ese llegar a presentarse en tanto vivencia. El “llegar a ser representada” inquiere la formación de eso que se presenta. Nada más y nada menos que eso. Miremos la pregunta otra vez:
 
¿Cómo la unidad de un cambio en proceso que continua por una extensión de tiempo, una unidad que pasa o se desarrolla en cuanto sucesión –la unidad de una melodía, por ejemplo- llega a ser representada?[2]
 
 
 
2. El concepto de representación y los momentos presentantes y no-presentantes del “tiempo de presencia”
 
Ahora, a esto que hemos indicado como “formación de lo presente como vivencia”, debemos añadirle la consideración de lo que toma Husserl de Stern.
 
En Husserl tenemos que algo es representado no sólo en el sentido de que esté efectivamente presente, como dado el mismo aquí y ahora, sino también en el sentido de lo no-presente pero que de igual modo participa en la configuración de la unidad de sentido que es vivida. Es por eso que para simplificar lo hemos homologado con el concepto de constitución. Para explicar esto podemos decir lo siguiente: Algo se nos presenta como unidad de sentido y tema de conciencia. Pero este algo puede serlo en cuanto lo estoy percibiendo, o bien imaginando, rememorando, infiriendo, etc. Su unidad de sentido se puede configurar en diversos niveles de plenitud de sentido. A veces como dado él mismo. A veces como mención vacía. Por lo tanto, es claro que en Husserl no todos estos modos de aprehensión mientan la unidad objetiva del mismo modo, y que por tanto, no todos ellos la mientan de modo auténtico. Y sin embargo, sea una mención plena o vacía, su unidad de sentido se presenta a la conciencia. Es decir, vivimos en la percatación de ella.
 
            Pero lo que hemos dicho es tan sólo un reconocimiento de ciertos caracteres de acto de modo estático, y no una observación en detalle de qué es lo que hay de efectivamente presente y qué de no-presente, en vistas a la constitución temporal en cuanto tal. En este respecto podemos recordar el sentido con el Husserl retoma el razonamiento de Stern. Husserl retoma de Stern la cuestión de que la forma en la que aprehendemos un objeto que dura en su duración misma reúne momentos presentes y no-presentes en lo que Stern llama “tiempo de presencia”. Entonces será la cualidad de la aprehensión en este “tiempo de presencia”, en el que se hace presente tanto lo efectivamente presente como lo no-presente, la que nos va a develar el secreto con el que la vivencia intencional en sentido husserliano capta la unidad objetiva en su devenir temporal.
 
            Centrémonos principalmente en Husserl. Hay algo así como momentos que están efectivamente presentes, y otros como momentos que participan sin ofrecer ellos mismos contenido efectivo alguno. El reconocimiento de esta multiplicidad constitutiva es crucial para Husserl, porque ella ofrece la posibilidad de reconsiderar esa simultaneidad que Brentano menciona como necesaria, pero que aun así no había podido ser resuelta. Miremos más en detalle: ¿Cómo este cambio de consideración teórica resuelve la perplejidad de la necesaria simultaneidad brentaniana? En Husserl lo que tenemos es la unidad de la vivencia. La unidad de la vivencia ya muestra desde sí misma el entrelazamiento de múltiples momentos que están en relación, y que dan congruencia y sentido a esa unidad que es vivida, por ejemplo, la melodía. Entonces, la simultaneidad en Husserl no es puesta meramente en un momento de anterioridad consciente, sino que es considerada desde la multiplicidad de relaciones con las que se dona la vivencia, y esta donación de la vivencia es el “factum a partir del cual” el análisis intencional fenomenológico debe retroceder para conocer su constitución, develando así los modos con los cuales ha llegado a ser así y de esta manera. ¿Se ve? Esquematicemos la estructura comprensiva así: en Brentano teníamos una necesaria simultaneidad como momento anterior a la conciencia, como un momento sin tiempo; en Stern tenemos que momentos presentes y no presenten dan forma a la continuidad de la secuencia sin perjuicio de ella; y en Husserl la pregunta que elabora ya toma como punto de partida la multiplicidad que es vivida como duración, como constancia y cambio, como devenir.
 
 
 
3. El concepto de representación y su relación con dos relevantes conceptos de intuición: el estrecho y el amplio
 
Ahora bien, ¿cómo Husserl avanza fenomenológicamente hacia estos momentos no presentantes? ¿Acaso no es un contrasentido? ¿De qué manera esos momentos no presentantes pueden tener un acceso auténtico?
 
            En este respecto Husserl da un salto, el cual ya había dado desde el inicio de su carrera. Este salto corresponde a la intuitividad de las formas lógicas y matemáticas. Lo que ha de ser intuido ha de serlo eidéticamente. Entonces, el peso de la investigación va a caer en las formas eidéticas, y no en el carácter empírico del contenido concreto que se tiene. Y entonces ¿acaso ya no importa que se dé o no un contenido concreto? No. Claro que sí importa. Este contenido concreto que se dona efectivamente aquí y ahora va a valer para la fenomenología no por el contenido mismo, sino por la forma eidética con la que dona ese contenido. Así, la discusión fenomenológica pone la vista en las formas intencionales analizables, y no en sus contenidos empíricos determinados. Es la modalidad del acto la que nos informará todo sobre la donación.
 
            De manera que no es casual que Husserl, considerando la actividad fenomenológica misma, distinga dos tipos de intuición. Los dos tipos de intuición son: la intuición en sentido estrecho y la intuición en sentido ampliado.
 
 
a)      Intuición en sentido estrecho.
 
Veamos la intuición en sentido estrecho. Observando la totalidad que es vivida en el modo como es vivida tenemos momentos de presentación auténtica, los cuales van a ser intuidos estrictamente en su plenitud de sentido. Por ejemplo, lo que se me dona en una vivencia auténtica como la percepción del sonido que ahora está sonando es justamente ese sonido en su devenir. En la escucha de la melodía la percepción del tono aparece, dura y desaparece. De manera que en la intuición en sentido estrecho estaríamos considerando un contenido primario que efectivamente se está dando. Husserl lo señala expresamente en 1893:
 
Intuición en sentido estrecho es el contenido inmanente y primario de una representación momentánea, o mejor dicho, de una atención.[3]
 
 
b)      Intuición en sentido ampliado.
 
Sin embargo, esto no es todo lo que hay, y aquí va el punto clave para entender el concepto de intuición en sentido ampliado. Aúna con el tono que está sonando y que capto como contenido primario, la vivencia presenta momentos que corresponden a contenidos no estrictamente presentes y que sin embargo participan y son esenciales para la constitución de la vivencia. Una intuición en sentido ampliado capta esos momentos que participan de la constitución y que donan el sentido o la dirección de la vivencia, pero no portando ellos mismos un estricto contenido primario. Por ejemplo, la figura de la retención del momento recién sido, o la figura de la expectativa de un momento futuro que a su vez orienta la captación de lo estrictamente presente. En 1893 Husserl define la intuición en sentido ampliado así:
 
(…) el contenido de una atención de continuidad unitaria.
 
 
c)      Pensando los dos conceptos de intuición
 
Si discutimos un poco ambas definiciones de intuición vamos a darnos cuenta del modo con el cual Husserl prepara el escenario metodológico para la reflexión fenomenológica. La reflexión fenomenológica será posible avanzando a través de una clara definición de la intuición en sentido ampliado, que debe constar de un riguroso método y una clara definición del tipo de descripción que se pretende.
 
¿Qué es entonces lo que intuye la intuición en sentido ampliado, y que no es el mero contenido inmanente primario? Por una parte, lo que intuye la intuición en sentido ampliado son las figuras o formas, los esbozos de sentido que mueven o dirigen las síntesis, y que dan unidad a la objetividad que se está aprehendiendo. Por otra parte, esas formas o figuras intuidas, que corresponden a unidades eidéticas, son las que permiten la captación de la aprehensión temporal que reúne esos momentos “ahora” en el continuo de la duración objetiva y de la vivencia intencional.
 
            De esta manera, el dato fenomenológico al que nos hemos remitido a propósito del parágrafo 1 es pues captado mediante la intuición en sentido ampliado, porque ella devela el modo con el cual los actos de aprehensión constituyen la secuencia que es vivida.
 
 
d)     La intuición en sentido ampliado en vistas al sistema de cumplimiento.
 
Pero ¿qué es lo efectivamente captado por esta intuición? Hasta aquí sabemos que es el complejo de figuras tanto de los momentos no estrictamente presentes como de los momentos de contenidos primarios presentes. Ahora bien, esto no es todo. La cuestión crucial aquí en lo que refiere a la intuición en sentido ampliado es: lo que es efectivamente visto por esta intuición. La totalidad compleja que es vista es el sistema de evidencia cuyo núcleo es el sistema de cumplimiento. ¿Qué significa esto? Significa que los momentos considerados como figuras eidéticas lo son en vistas al sistema de cumplimiento de sentido, o de plenificación de sentido de la unidad objetiva mentada. Y esto vale decir, que las formas que aquí son reconocidas lo son en vistas al modo con el cual algo debiera ser donado a la intuición en sentido estrecho. Lo no presente se presenta con la forma y el sentido con el cual pueda él traerse a la donación como contenido primario. De manera que, por ejemplo, una retención no es meramente un momento no-ahora de lo recién sido, sino que es una función descrita en cuanto modificación de la función o forma de la impresión que me dona el contenido primario de modo directo cuya posición es el ahora. Y a su vez la protensión es una función descrita en virtud del necesario cumplimiento de la retención, que por definición no podrá ser cumplida porque su ahora corresponde a la forma del recién sido.
 
            Así las cosas, hemos de coincidir en lo siguiente: el necesario concepto de simultaneidad sin tiempo al que se refiere Brentano, es finalmente asumido por Husserl como un sistema de figuras en vistas a la evidencia del sistema de cumplimiento que es considerado a partir del factum de la vivencia de la duración, la cual es el suelo propicio para el análsis de la aprehensión de la secuencia temporal. Esto vale decir que su necesidad para Husserl no corresponde a una simultaneidad sin más de momentos “en el tiempo”, sino que corresponde a una simultaneidad de múltiples actos y proto-actos que participan en la constitución de  la vivencia, y en la que cada momento tiene su rol como modo de aprehensión del objeto que dura y que estamos viviendo aquí y ahora.
 
¡Hasta la próxima!
 
Con cariño,
 
Verónica Arís
 



[1] N°1. Hua X, p. 137.
[2] N°1. Hua X, p. 137.
[3] N°1. Hua X, p. 141.


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