COMENTARIO A PARÁGRAFO 7 (segunda parte)
Los requerimientos epistemológicos que motivaron la investigación
fenomenológica sobre la constitución de la vivencia de sucesión
Segunda parte:
El peculiar campo de
las aprehensiones de los objetos temporales y las leyes evidentes fundamentales
Verónica Arís
1.
El
peculiar campo de las aprehensiones de los objetos temporales
En el parágrafo 7 Husserl resume las carencias de ambas
posiciones precedentes en vistas a la falta de precisión en las
distinciones y sobre todo a la falta de consideración de los caracteres de acto
en lo que corresponde a la aprehensión de los objetos temporales. Se ha logrado
desarrollar la distinción entre caracteres de acto y contenido, y no se ha
profundizado en qué sentido los caracteres de acto son relevantes para la
reunión de los diferentes momentos. ¿En qué sentido el carácter de acto es
decisivo para esa reunión? ¿Cómo podemos desarrollar un estudio en profundidad
que nos devele el modo con el cual tal reunión es posible gracias al modo con
el cual los caracteres de acto reúnen la multiplicidad de momentos? Si vemos
con claridad a lo que apuntan estas preguntas, vamos a ver cómo la
fenomenología abre su propio campo de trabajo, esto es, cómo el suelo de
perplejidades conceptuales van motivando un estilo de pensar hasta ese entonces
inadvertido. El origen de la correlación no es un asunto dogmático, como parece
serlo cuando se estudia fenomenología desde esquemas teoréticos. Hay que
penetrar en la pregunta, y llevarla a la vida de nuestro pensar para que
efectivamente podamos ver la densidad y el sentido de la fenomenología.
En este contexto argumentativo,
en el que Husserl ve intacto el auténtico campo de indagación, se plantea:
¿Cómo hay que entender la aprehensión de objetos
temporales trascendentes que se extienden a lo largo de una duración, que la
llenan, bien en continua igualdad, bien en constante cambio?
¿Qué es lo que Husserl pregunta
aquí? Husserl se pregunta por la multiplicidad de actos que constituyen el
objeto, que lo aprehenden. Esa aprehensión puede tener diversas modalidades y a
su vez diversos grados de cumplimiento. Yo puedo simplemente mentar una mesa,
imaginarme una mesa en específico, o incluso percibirla. En todos estos casos
yo constituyo un objeto, lo hago presente para mí, tema de mi vida consciente.
Pero aquí la pregunta incluye además, no sólo la plenitud de sentido con la que
el objeto es aprehendido, sino además que es aprehendido en un desarrollo, en
una secuencia, en un movimiento. La música es aprehendida sólo en tanto que
duración, por ejemplo. No nos enteramos de una melodía sino sólo en tanto que
dura, en tanto que su devenir temporal nos muestra sus cambios, su estructura
de sentido como duración. Esa duración muestra modos de variación y modos de
constancia. Hay algo que se mantiene y algo que se modifica. Extensivamente,
toda percepción tiene tales características. Y finalmente toda vivencia, en
tanto que es vivida, también. Entonces si vemos de nuevo la pregunta hemos de
percatarnos que ella inquiere ese tipo de aprehensión que ya tiene en sí el
modo de la temporalidad. No es una aprehensión estática, de algo que se
mantiene, sino que es una aprehensión que ya vive en el durar. Es por ello que
Husserl luego explica muy sucintamente:
Los objetos de esta índole se constituyen en una
multiplicidad de datos y aprehensiones inmanentes que discurren, ellos mismos,
como una sucesión.
Esta afirmación propone un sin
número de asuntos que se van a ir desarrollando en el libro. Para entenderla
puede sernos de utilidad recordar los niveles de constitución descritos al
comienzo de la tercera parte del libro. Pero siguiendo lo que hemos explicado
anteriormente podemos parafrasear: ese tipo de aprehensión de la duración ha de
reunir multiplicidad de contenidos y multiplicidad de momentos o actos de
aprehensión. Aprehender un objeto, sea que dure, sea que se mantenga constante,
es un complejo de actos de aprehensión. Yo aprehendo un objeto mediante
múltiples niveles. Por ejemplo, yo aprehendo esta mesa mediante su color, su
concepto, su función, su forma, los recuerdos que me suscita, etc. De manera
que no sólo las categorías y su correspondiente intuición categorial van a
entrar aquí en juego, sino una multiplicidad hasta este momento en Husserl
inexplorada de actos y proto-actos que participan en la constitución o si se
quiere en la aprehensión de eso que dura. Y, claro está, tales actos y
proto-actos a su vez devienen. Como más de alguna vez lo he caricaturizado:
entran y salen de escena. Toman un rol más protagónico o pasan a segundo plano
pero siguen en ejecución, etc.
En este punto quiero que ya tengan
en cuenta que ese objeto que dura es vivido por una conciencia que vive,
deviene, modela y se automodela. Por tanto la correlatividad debe desde ya
entenderse en esa indisociable situación con lo que se nombra modernamente con
el nombre de “cosa en sí” o “noúmeno”. El devenir de la cosa y el devenir de la
vivencia de la cosa es inseparable por más que distinguibles. Pero la vida
misma de conciencia es la que muestra esa sincronicidad o la falta de ella. La
cosa no cambia porque cambie el modo de mi atención. No confundir. Pero aúna
con ella mi atención la abraza, la merodea, la vive. Y la vive percatándose de
su alteridad, de su duración, de su cambio, de su acontecimiento. Para entender
la profundidad de la correlación inmanente en Husserl, hemos primero de
entender el origen de esta indisociable relación de multiplicidades y devenires
en este nivel que podríamos nombrar como una correlación preliminar. Si
comprendemos profundamente el origen de la pregunta de Husserl respecto de cómo
los actos de aprehensión de un objeto que evidentemente dura, como es el caso
de la melodía, la cual no puede ser aprehendida sino en tanto duración, dan
cuenta de esa constitución viviente que muestra los datos fenomenológicos
relevantes, vamos a poder avanzar sin equívocos hacia las formales
descripciones husserlianas, que son muy áridas si no se ha puesto pie firme en
la vitalidad de la pregunta.
Entonces, ¿de qué modo se reúne esta multiplicidad de
datos y actos de aprehensión? ¿Acaso se unifican en un momento-ahora? ¿Sería un
contrasentido o no que se unificaran en un momento-ahora? En este respecto
Husserl parece distinguir dos niveles. El tiempo observado en los objetos
temporales y el tiempo mismo, la duración misma, la sucesión en sí que vive la conciencia
inmanente. Ambos niveles corresponden a direcciones del análisis que han de
tenerse en cuenta permanentemente, sea el área temática que se aborde en
fenomenología, ya que ambas están en estrecha relación, y, como él mismo
señala, “no se dejan resolver las unas sin las otras”.
2.
Las
leyes evidentes fundamentales
Luego
del diagnóstico de las carencias de las posiciones precedentes en el conjunto
de preguntas que hemos indicado ya, Husserl propone una serie de afirmaciones
de carácter evidente. Vamos a interpretarlas como primeras leyes evidentes a
partir de nuestra interpretación del texto. Y vamos a discutir en qué sentido
ellas toman ese carácter de evidente. Las leyes son:
1° La percepción de un objeto temporal
tiene ella misma temporalidad.
2° La percepción de la duración presupone
ella misma duración de la percepción.
3° La percepción de cualquier figura
temporal tiene ella misma su figura temporal.
4° La
percepción conserva en todos sus integrantes fenomenológicos su temporalidad
fenomenológica, que pertenece a su esencia inabrogable.
Pero, ¿cómo
hemos de entender tales leyes evidentes? La cuestión radical de estas leyes
está en la relevancia de la experiencia auténtica. Esto es, Husserl va a mirar
el dato fenomenológico desde el análisis intencional de la experiencia que me
pueda donar de la manera más plena posible el sentido constitutivo de la
duración, a saber: la escucha de la melodía. En la escucha de la melodía
tenemos por un lado el objeto que dura de manera explícita, y por otro el acto
de percibir. De manera que lo que hay que desentrañar desde ahí son los modos
con los cuales la duración es aprehendida, en tanto funciones correlativas,
esto es, formas constituyentes de la conciencia.
Entonces tenemos:
1° La
percepción de un objeto temporal tiene ella misma temporalidad. Toda
percepción, podemos decir con evidencia natural, es un modo de aprehender el
objeto que va variando minuto a minuto, estableciendo una secuencia perceptiva
de la más diversa índole.
2° La
percepción de la duración presupone ella misma duración de la percepción.
Si desde la experiencia de la percepción de una melodía atendemos a la duración
de la misma se hace comprensible de suyo que sólo puedo percatarme de la
duración de la melodía si y sólo si el acto de percibir es vivido como duración
correlativa. En sentido figurado podríamos decir que la percepción le sigue los
pasos a las variaciones de la melodía con el fin de vivirla en su secuencia.
3° La
percepción de cualquier figura temporal tiene ella misma su figura temporal.
Esto refiere a que la figura temporal de la percepción no es una dogmática
figura independiente del objeto o del modo de atención al objeto. La percepción
asume flexiblemente calidades distintas, aunque ciertamente su estructura
última sea ella estricta en cuanto al tipo de funciones que le son inherentes.
Tal es el caso de las variaciones de la atención, y cómo la amplitud de la
retención y su capacidad reproductiva van a modelar el tipo de percepción
requerida en uno y otro caso. Escuchar una melodía tendrá un modo, e interpretar
una melodía otro modo, esto es, otra calidad.
4° La
percepción conserva en todos sus integrantes fenomenológicos su temporalidad
fenomenológica, que pertenece a su esencia inabrogable. Esto quiere decir
que, abstrayendo las particularidades de las figuras temporales en cada caso,
con el fin de comprender la temporalidad de la vivencia posible, tenemos que
hay algo así como una temporalidad fenomenológica, esto es, una temporalidad
que discurre en sus funciones como vida inmanente, como carácter de ser del ser
conciencia para toda vivencia posible, pero ojo, como análisis intencional correlativo
a la actitud natural. Y aquí me refiero a que el análisis fenomenológico no
habla de una temporalidad inmanente al modo de la metafísica, sino como
análisis correlativo de la vida de la actitud natural. No hemos de olvidar que
nuestra pregunta es el “cómo se dona mi vida tal y como es” y no “cómo es la
vida más allá, o más atrás de la vida.” Entonces, esa formalidad de la temporalidad
de la vivencia posible va a tomar el cetro de la esencia inabrogable de la
vivencia actual y posible.
¡Hasta la próxima!
Con cariño,
Verónica Arís
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