CLASE 13

 
 
 
Estructura metafísica del Psicoanálisis de Sigmund Freud
 
Parte 2
 
 
La fundación a fortiori del psicoanálisis en “hechos fisiológicos”
 
*Aspectos pendientes 04
(Relación entre psicología y fisiología)
 
M. Verónica Arís Zlatar
 
Estimados alumnos,
 
Finalmente hemos pasado al aspecto pendiente número 4. Este aspecto lo abordaremos principalmente de acuerdo a la relación entre fundamentación fisiológica y fundamentación psicológica/intencional en Franz Brentano, que fue como sabemos maestro de filosofía de Freud. En este sentido, será imprescindible que el primer capítulo del segundo libro de Psicología desde un puno de vista empírico lo conozcamos al revés y al derecho; si, además de estudiar la relación aquí propuesta, queremos ir abriéndonos camino hacia la intencionalidad husserliana. Esa tan popular expresión: “la conciencia es conciencia de algo” es, pues bien, brentaniana. El punto aquí es ser claros en cuanto a qué es lo que comprendemos a través de esa expresión, si acaso el sentido brentaniano o el sentido husserliano. Por tanto, antes de comenzar, estudiemos con detalle ese capítulo, captando dos asuntos: para la presente clase, la relación entre fisiología y psicología, y para alguna clase futura, la intencionalidad y la manifestación representacional.
 
Por otra parte, si observamos la estructura metafísica de la disputa aquí propuesta no nos será difícil transferir tal situación con lo que nos plantea actualmente la neurociencia. Sin embargo, en tanto “aspecto pendiente número 4” no lo vamos a tratar directamente aquí, para no dilatar nuestro progreso comprensivo. Por este motivo lo he planteado como tercer eje de nuestro plan general, de manera que sea en ese lugar donde ingresaremos directamente a la situación actual de la estructura epistemológica que se pone en juego en dicha relación.
 
Ahora bien, como indiqué hace algunas clases, no es mi idea tener un plan de clase rígido. Si en ese momento se hace pertinente realizar el tercer eje, lo haremos; si, por el contrario, se nos hace necesario ingresar directamente en las cuestiones fenomenológicas, porque ya lo abordado nos ha dado cuenta de manera suficiente del asunto en cuestión, sepamos que al menos con esta exploración de “aspectos pendientes número 4” tendremos una somera base para un avance prudente, que no deje fuera interrogantes cruciales.
 
Para garantizar que ello pueda llegar a ser así, les dejo aquí un paper de Dan Zahavi que puede servir de motivación para ir adelantando la mirada para ese tercer eje. El link es:
 
 
El recorrido realizado hasta aquí en relación a la fundación a fortiori del psicoanálisis en “hechos fisiológicos”
 
Recordemos el razonamiento epistemológico del psicoanálisis, que nos sirve de modelo respecto del razonamiento de innumerables teorías sobre la mente y la psicología en general:
 
(i) Se nos está hablando de una ciencia natural que se edifica –al menos- sobre un factum natural.
(ii) Se nos habla del modo con el cual se constata el hecho de la conciencia, según su condición indiscutible.
(iii) Que lo que constituya el fundamento de la vida anímica también es un hecho.
(iv) Que lo que constituye la vida anímica es su aparato y sus energías.
(v) A fortiori (con mayor razón), este aparato y estas energías son también hechos.
 
 
Según el razonamiento, tenemos a lo menos 3 tipos de hechos:
1)      La manifestación o el patetismo de un evento psíquico, por ejemplo una crisis histérica.
2)     La conciencia.
3)     La causalidad fisiológica de esa manifestación.
 
 
Luego hemos abordado tres aspectos, que más vale mantener activos en todo momento:
 
Aspecto 1: Complejidad causal.
El origen de la vivencia, y más aún el origen de la vivencia del otro nos obliga a sostener una mirada atenta a la inagotable dimensión de la vivencia. Aquí como adelanto, habremos de estudiar la estructura de la intersubjetividad que propone Husserl. Si alguien quiere ir adelantando estudios al especto, esto puede encontrarlo en la quinta meditación cartesiana, principalmente entre los §§ 50-54, que yo suelo titular como: Reconstrucción de las especiales motivaciones presentificantes de la experiencia del otro.
 
Aspecto 2: De hipótesis a hipóstasis.
Las prescripciones teoréticas del psicoanálisis se mueven en la dinámica desde la hipótesis del ‘como si’ a la hipóstasis de lo ‘en sí’. Aquí nos ubicamos en los problemas fundamentales de las hipóstasis metafísicas, que Husserl trabaja en Investigaciones Lógicas (1901).
 
Aspecto 3: El fundamento posible, cuestión de hecho o cuestión de derecho.
Se consideró el problema de la certeza de todo conocimiento fenoménico en Hume, y la solución kantiana al estudiar críticamente los conceptos y los juicios implícitos en aquellos conocimientos de hechos. La adecuación interna entre lo que se prescribe en los juicios empíricos y la naturaleza analítica de los conceptos implícitos en tales juicios, sería en Kant el primer garante de un conocimiento en sentido estricto. Pero como se puede argüir, encontramos aquí una simbiosis garante del contenido material de las ciencias, porque su estructura trascendental es fija, y en tal caso teoría científica y teoría crítica se cofundarían una en otra. Algunos podrán interpretar esto de una manera extrema, asumiendo un Kant suficientemente determinista; lo que pueda ser conocido con fundamento tendrá esta estructura y no otra, el concepto de espacio puede aceptar tal teorización y determinación en el cálculo y no otra, etc. Y aunque también se puede realizar una lectura de tendencia fenomenológica, es importante al menos considerar que sus alcances llegan a un punto univoco. Se dirá: “Más vale, si de lo que se trata es de las cuestiones de derecho. Que haya más de una alternativa implicaría una relatividad del conocimiento”. Bueno, por extraño que parezca, el a priori de la correlación husserliano es parte de una estructura trascendental bastante más flexible, cuya punta del ovillo es el factum de la unidad noemática, y no una rígida edificación de dos torres. Por lo tanto, en el contexto fenomenológico se encuentran “las cuestiones de derecho” a partir del descubrimiento de las funciones eidéticas categoriales y principios en general, pero muy lejos de una visión productiva ‘necesaria’ en términos kantianos. Esto permite además una relación con las ciencias de un modo múltiple. Lo que sea inteligido puede serlo en la consideración de distintas variantes de cálculo. Y asimismo, esa explicitación en la determinación científica es la que provee los órdenes semánticos que definen al mundo como horizonte de sentido, y con ello se co-implica también: ‘este’ sentido histórico.
 
 
 
 
 
FUNDAMENTO CAUSAL DE UNA TEORÍA NATURAL
 
 
Si volvemos la mirada al trabajo de Freud, al sentido epistemológico del psicoanálisis, la inestabilidad que debemos observar, también debe abrazar en qué sentido la fisiología toma lugar en ella.
 
Si consideramos sobre todo a sus planteamientos del Compendio, podemos con toda confianza señalar que su estructura epistemológica estaría ordenada por la función de causa eficiente, y que toma en la modernidad el nombre de “Relación de causa y efecto”.
 
De acuerdo a lo que hemos visto, la relación causa y efecto puede tener o no acreditación epistémica. Así podemos recordar lo que sucedía en Hume, y lo que comienza a suceder en Kant.
 
Ahora bien, ¿por qué la fisiología? ¿Por qué en Freud la psicología no puede ser autónoma? ¿Hacia dónde nos conduce una ciencia psicológica que toma por fundamento la fisiología? ¿Acaso no es un contrasentido que la psicología se precie a partir de psicologismos, pero que al mismo tiempo sea deudora de la fisiología? ¿Qué hay de fondo con la cuestión del “hecho”?
 
Observemos por un momento. Hay un dejo del sentido pasivo de la voluntad respecto del estado del cuerpo. El cuerpo domina mi vivencia. Que yo piense y sienta es una ilusión, porque lo que en realidad pasa es una relación causal de impulsos eléctricos, de cambios químicos, hormonales, etc. El sujeto se construye como un producto menor frente a la vehemencia o fuerza causal anterior del inconsciente respecto del sentido de su vivencia, y más anterior aún de la situación fisiológica concordante que funda la vida consciente como inconsciente. Se levanta así un sujeto sin rostro, sin voluntad, sin pertinencia ética. Así, lo que se altera con el psicoanálisis desde el punto paradigmático es el Sentido de la vida de conciencia: Qué conciencia, para qué conciencia, desde dónde conciencia. Y subsecuentemente se pierde el sentido del hombre en el mundo, en lo que corresponde a su comportamiento, a su plenitud, y a lo que todavía debe quedar abierto para ser mostrado.
 
En ese respecto, se ha de considerar que, si bien toda teoría es parcial, ya que cada una explica de un modo, por lo que no podemos exigirle que nos responda a todas las preguntas, es fundamental percatarse de la estela o los ecos semánticos que de ella se desprenden consiguiendo la modificación de los paradigmas centrales de la visión de mundo, apoyada en lo que desde ella misma se hace ‘accesible’ y lo que no.
 
 
 
a)    La presentación del problema desde el Seminario de Zollikon de Martin Heidegger
 
Al comienzo de nuestro curso hemos tomado una consideración de Martin Heidegger respecto de Freud. Transcribo directamente lo que leímos en esa oportunidad:
 
[Heidegger] señala que la metapsicología de Freud es la aplicación de la filosofía neokantiana sobre el ser humano. Explica que, por un lado, Freud tiene una ciencia natural, y por otro lado, cumple la teoría de la objetividad kantiana. En cuanto a su carácter metafísico como ciencia natural, Heidegger indica que los postulados freudianos admiten una continua conexión causal, y que la figura del “inconsciente” vendría a completar esa continuidad de conexiones causales que aparentemente se encuentra interrumpida para la explicitación consciente.[1]
 
Sin embargo Heidegger declara ahí mismo que el postulado del inconsciente freudiano no deriva de un fenómeno psíquico mismo sino que es un postulado al modo de una ciencia natural moderna.
 
En este sentido, el contraste entre Freud y Heidegger se hace elocuente. Mientras uno figura la estructura causal de lo que no puede ser visto al modo de una ciencia natural, el otro subraya que la inagotable esencia del ser humano corresponde a la comprensión del ser, y con ello que la experiencia de la esencia del ser humano proviene de esta comprensión del ser.
 
Ahora bien, dos año después, con fecha 22 de noviembre de 1967, Heidegger retoma la relación entre fisiología y psicología, que podemos aplicar a Freud directamente. Dice que las teorías psicológicas se levantan sobre la presión, o si queremos entenderlos así, la inercia, el empuje, de la tradición, la cual no conoce otra cosa que los caracteres de sustancialidad, objetivación y reificación. Señala expresamente en lo relativo al interior de la labor psicológica que algo incorporal es desconocido, pero se encuentra determinado simultáneamente en concordancia con el método de la corpórea [físico] objetivación. Esto remarca el asunto de que el método de esta determinación que pretende ser psicológica no deriva de lo “psíquico”, de lo no corpóreo mismo, sino que ocurre sin distancia de las determinaciones propias del horizonte científico de investigación, el cual es el único que se considera científico. De esta manera, la justificación de la psicología se extiende en el hecho, del cual –aporéticamente- no se conoce algo no corporal, y su limitación se extiende en el hecho que se quiere determinar [la realidad no corporal] con el método de la investigación física –[con el método] de la ciencia natural. La justificación de la psicología consiste, entonces, sólo en su punto de partida y en su seria consideración de lo no-corporal. Pero luego su justificación también termina porque ella investiga este no-corporal con métodos inapropiados.[2]
 
 
A discutir:
Nosotros como lectores agudos debemos discutir lo que hay implícito en Heidegger aquí, tanto lo que defiende una postura fenomenológica, como lo que parecería un retroceso metafísico de la comprensión husserliana.
 
 
 

b)    La crítica de Maurice Merleau-Ponty en ‘La structure du comportement[3] 

 
El fenomenólogo de la percepción Maurice Merleau-Ponty señala en una de sus primeras obras La estructura del comportamiento (1942) que por lo general las teorías explicativas (y en este sentido las teorías que dan cuenta de la estructura causal eficiente de un efecto) abusan del pensamiento causal y al mismo tiempo se inclinan de manera positivista a mostrar cómo el llegar a ser consciente guarda una dependencia fisiológica y sociológica siendo que son justamente estados de ella. Merleau-Ponty reconoce que Freud intenta combatir las teorías fisiológicas del sueño a través de la búsqueda en la explicación de la vida individual del soñante y su lógica inmanente. Sin embargo, el sentido propio del sueño no es manifestado.
 
Merleau Ponty expone lo siguiente. Freud consideraba que se podía encontrar este sentido propio del sueño en el contraste entre la historia narrada por el soñante y la historia que se urdía tras el análisis psicoanalítico, el cual atendía al contenido latente como el resultado del conflicto entre un conjunto de fuerzas y de entidades psíquicas inconscientes con las contrafuerzas de la censura, en medio del cual toma un rol preponderante la infraestructura erótica y sus regulaciones sociales.
 
De esta manera, Merleau-Ponty indica que los conflictos de fuerzas y contrafuerzas de los que habla Freud se orientan a determinar mecanismos psicológicos como la formación de complejos, las represiones, regresiones, resistencias, transferencias, compensaciones, sublimaciones, los cuales exigen verdaderamente un sistema de nociones causales a través de los cuales él los interpreta. Esto lleva a que finalmente se transforme en una teoría metafísica de la existencia humana descubierta por el psicoanálisis, a saber, que considera el desarrollo de todas estos “mecanismos” como el establecimiento óntico de una fuerza dada en los objetos que a su vez se mantienen fuera de ella, pero antes bien como una estructura progresiva y discontinua del comportamiento.
 
Así tenemos que la estructura normal de la consciencia es aquella que reorganiza la conducta en profundidad, de tal manera que las actitudes infantiles no tienen un nuevo sentido, ya que se encuentran perfectamente integradas a la continuidad interior. En contraste tenemos el comportamiento fragmentario o patológico reflejado por los complejos. Un complejo es un tipo de conducta que se genera como actitud estereotipada, en una estructura de conciencia adquirida y durable con respecto a una clase de estímulo. Ahora bien, los momentos complejos de la conciencia fragmentada no desembocan en una única significación como pudiese esperarse. Esto conduce a equívoco, dice Merleau-Ponty. Cosa distinta sucede en el sueño. Allí, en su funcionamiento psíquico, los conflictos de fuerza y los mecanismos energéticos son representados por la imaginación de otra manera más aproximativa que la del comportamiento fragmentario o patológico. Por consiguiente, el fenomenólogo concluye que la posibilidad de construir una explicación causal de la conducta es exactamente proporcional a la insuficiencia de estructuración lograda por el sujeto.
 
Ahora, Merleau-Ponty subraya críticamente lo siguiente. La obra de Freud no es la mesa de la existencia humana, sino la mesa de las anomalías, cuan frecuentes sean. Y a ella debiera complementársele un verdadero desarrollo de la posibilidad de la transformación humana. En este sentido, hemos de notar la estrechez del marco freudiano. La existencia del hombre de la que el psicoanálisis da cuenta es en la totalidad de su conducta explicada según la historia de la libido, donde todos los actos van a parar al campo de la biología. Por otra parte, desde el punto de vista del mundo humano, todos de algún modo somos prisioneros de un complejo parental, cuya liberación es más una palabra que una realidad.
 
 
c) Panorama general al interior de la obra Psicología desde un punto de vista empírico de Franz Brentano
 
A continuación vamos a dar cuenta de las partes constitutivas de esta obra, para luego comentar brevemente su desarrollo temático.
 
Psicología es una obra comprendida por dos libros, los cuales han sido intervenidos por el autor en su segunda edición de 1911, sobre todo con la eliminación de los capítulos en torno de la percepción interna y la unidad de la conciencia, de la primera parte del segundo libro. Para nuestro estudio nos serviremos de la edición original del año 1874, la cual en su versión completa nos provee de explicaciones elocuentes en torno a las implicancias de la articulación de la conciencia propuesta por Brentano. Ello, sobre todo, porque la segunda edición tiene conocimiento de las Investigaciones Lógicas, y nuestro propósito justamente está dirigido aquí a conocer qué cuestiones planteó en su momento Brentano como maestro tanto de Freud como de Husserl.
 
Estructura de la obra
Vemos que la primera edición de la obra, entonces, presenta dos libros. El primero de los cuales consta de cuatro capítulos, y cuyo plan general podemos describirlo como el establecimiento de  los criterios por los cuales se puede definir la psicología como ciencia. Este plan se distribuye de la siguiente manera a través de los capítulos:
 
En el primer capítulo, Brentano presenta tres momentos de búsqueda de una general definición de la psicología, donde el primero plantea la posibilidad de definir la psicología como ciencia del alma,  el segundo, la posibilidad de definirla como ciencia de los fenómenos psíquicos, y el tercero, el valor general que tiene ella como ciencia, nominándola como la ciencia del futuro, cuyos grandes aportes están por venir. Estas determinaciones generales de la psicología, en contraste con las otras ciencias de la naturaleza, y con el énfasis puesto sobre todo en destacar la psicología de la fisiología, con la cual suele debatirse en cuanto a la legitimidad de la extensión de sus estudios, llevan a Brentano a concluir que la segunda consideración, la de la psicología como ciencia de los fenómenos psíquicos, es la más adecuada por su simplicidad. No obstante,  con ello todavía no se ha avanzado suficientemente. Brentano se ve en la obligación de determinar cuál será el método apropiado de esta psicología así definida, para que pueda ejercer con autonomía y evidencia. Esta motivación orienta de modo general el curso de los capítulos subsiguientes del primer libro.
 
De este modo observamos en el segundo capítulo cómo dicha motivación reclama la aparición de la percepción interna -en contraste con la observación interna- como la experiencia que constituye el fundamento del método psicológico. Esto quiere decir que esta particular experiencia toma lugar como punto de apoyo de todo el proceso científico de la psicología para  la determinación de sus leyes, apoyo con el que, junto a lo que posteriormente se define como la relación cruzada e interdependiente entre  inducción y deducción -el tercer y cuarto capítulo-, garantiza la precisión de las leyes prescritas, tanto generales como particulares. 
 
A esta visión general de la psicología, le sigue el segundo libro de la obra, el cual, por su parte, está dividido en dos momentos.
 
El primero momento, en su versión original de 1874, está comprendido por cuatro capítulos, el primero de los cuales es, por así decir, la piedra angular de la obra, ya que trata específicamente la distinción entre fenómenos psíquicos y fenómenos físicos, despejando toda duda, tanto respecto de la evidencia del darse del objeto de la psicología, como de la importancia de la disciplina que se preocupe específicamente de este objeto.
 
El capítulo segundo, tercero y cuarto de esta primera parte del libro segundo, por el contrario y como hemos mencionado ya,  han sido omitidos por el autor para la segunda edición de la obra, edición más altamente difundida en la traducción española de José Gaos. Estos capítulos eliminados para la segunda edición de Psicología, tratan más profundamente cuestiones enunciadas y globalmente descritas en el primer capítulo, a saber, la cuestión de la percepción interna, en el segundo y tercero, y la cuestión de la unidad de la conciencia, en el cuarto, sobre todo en torno a la clarificación de ciertos equívocos y aporías que pueden suscitarse en la interpretación tendenciosa del primer y fundamental capítulo de este libro.
 
El segundo momento del segundo libro, a partir de las conclusiones en torno al objeto de la psicología, consta de la profundización del análisis descriptivo de este objeto, es decir de los fenómenos psíquicos, pero esta vez no en relación discordante con el fenómeno físico, sino en torno a la clasificación de sus tres tipos de manifestación, o mejor dicho, en cuanto a sus caracteres de actos, a saber, la representación, el juicio y el interés (o amor).
 
Comentario
Ahora bien, desde un punto de vista general, apreciamos un cambio paradigmático importante entre uno y otro libro. Vemos que, mientras el primero busca razones generales que permitan comprender dentro de las ciencias empíricas la ciencia psicológica, como un modo totalmente distinto de ciencia respecto de las ciencias de la naturaleza, a las cuales corresponden todas las demás, el segundo libro apunta a iluminar el campo de la psicología a partir de un esclarecimiento profundo de su objeto. Este esclarecimiento, que se inicia con el primer capítulo del segundo libro de la obra, capítulo en el cual vamos a centrar nuestra atención, emerge a través de una continua confrontación entre lo que se define como fenómeno físico -que a simple vista pareciera carecer de dificultades de determinación- y lo que progresivamente va iluminándose como fenómeno psíquico. Brentano alimenta este esquema comparativo con numerosas referencias en torno a cada fenómeno, sirviéndose tanto del pensamiento de psicólogos contemporáneos a él, como de aquellos filósofos que le antecedieron.  Sin embargo,  la divergencia de los planteamientos que busca retratar Brentano con todas estas referencias, colma de dificultades lo que a simple vista parecía una sencilla distinción, las cuales se sumergen en un problema aún más profundo y que configura todo su pensamiento a estos respectos, a saber, el particular uso que por lo general se hace del término representación, y de qué manera Brentano va a ubicarlo en su teoría.
 
Algunos de los autores a los cuales Brentano se remite para su exposición utilizan el término representación de un modo más estrecho que el que nuestro autor admite.  Otros, en cambio,  lo utilizan sin advertir la posibilidad dual de su significado, que contempla, como sabemos, tanto lo representado como el acto de representar. Esta ambivalencia tácita del término representación, hacía complejo el acercamiento de los teóricos a lo que pertenece verdaderamente al ámbito de la discusión psicológica, según Brentano.  La depuración de su uso, bien como contenido o bien como acto, es, como vemos en el desarrollo del texto, de gran importancia para estas cuestiones, tanto así que el término representación toma el carácter de pieza clave en torno a la cual giran los distintos momentos de la discusión que propone Brentano, momentos en los que, por lo general, destaca su carácter de acto. En otras palabras, la representación como acto de representar va a develar las claves del objeto de la psicología.
 
Tenemos así que, a través de la búsqueda de lo que es el fenómeno psíquico en contraste con el fenómeno físico, y en el progresivo esclarecimiento de las posibles contradicciones y controversias que proponían los argumentos de la época, la representación, en sus dos sentidos pero bien diferenciados, va tomando lugar a la base de todo cuanto es consciente. A partir de aquí, Brentano comienza a explorar la especial relación que guarda la representación, como carácter de acto, con el Juicio y el interés -también llamado por el autor como “amor”-, problemática que es desarrollada en la segunda parte del segundo libro, titulada de modo general como la clasificación de los fenómenos psíquicos.
 
De este modo, la representación, el juicio y el interés son aquí definidos como distintas modalidades de fenómenos psíquicos, entrelazados íntimamente, aun cuando  no tienen el mismo estatuto de simplicidad, independencia y generalidad. Sin lugar a dudas, el más simple, independiente y general de los tres modos de conciencia de un objeto es la representación, la cual cumple entonces con ser el fundamento de los demás fenómenos psíquicos.
 
En una visión global del segundo libro, vemos entonces, que el esquema que desde un comienzo es dibujado con la aseveración que dice: “Los fenómenos psíquicos o son representaciones, o descansan sobre representaciones que les sirven de fundamento”, recorre el curso completo de este libro, y es trabajado en las distintas instancias según las exigencias argumentativas que las referencias a sus contemporáneos hacen notar.
 
 
 
d)   Relación entre Psicología y Fisiología en Brentano
 
En el parágrafo noveno del primer capítulo de la primera parte del segundo libro de Psicología, Brentano ofrece en los dos primeros párrafos una recapitulación de lo conseguido en los parágrafos anteriores (1-8) relativo a la distinción entre los fenómenos psíquicos y físicos. Esta distinción consta de los siguientes aspectos:
-         Se hizo ‘intuitiva’ la especial índole de ambas clases (fenómenos físicos y psíquicos), mediante ejemplos.
-         Se definió al fenómeno psíquico como representación, y como fenómeno que descansa sobre representaciones que les sirven de fundamento. Todos los demás pertenecen a los fenómenos físicos.
-         Se caracteriza al fenómeno psíquico negativamente, a partir de la propiedad de la ‘extensión’.
-         Se encuentra la propiedad definitiva de todos los fenómenos psíquicos, a saber, la inexistencia intencional, es decir, la referencia a algo como objeto. Ningún fenómeno físico revela nada parecido.
-         Se definió al fenómeno psíquico como el exclusivo objeto de la percepción interna, por lo que ellos sólo son percibidos con evidencia inmediata, ellos son percibidos en el sentido riguroso de la palabra.
-         Se consigue además la determinación que los fenómenos psíquicos son los únicos que tienen una existencia real, además de la intencional.
-         Se distinguió que los fenómenos psíquicos aparecen como una unidad, no obstante su diversidad. Mientras que los fenómenos físicos que se perciben simultáneamente no se presentan del mismo modo como fenómenos parciales de un fenómeno único.
 
Luego de esta distinción entre fenómenos, Brentano comienza a realizar una distinción entre las ciencias correspondientes a dichos fenómenos. E decir, si se ha dicho que la ciencia de la naturaleza es la ciencia de los fenómenos físicos, y que la ciencia psíquica de los fenómenos psíquicos, ahora es momento para reconocer a partir de la cualidad de cada uno de estos fenómenos, las propiedades específicas/restricciones de estos dos tipos/géneros de ciencias.
 
Brentano comienza aquí señalando que las ciencias de la naturaleza no tratan sobre todos los fenómenos físicos, sino tan sólo aquellos que aparecen en la sensación. En este sentido, no entran en consideración para las ciencias de la naturaleza los fenómenos de la fantasía que para Brentano son fenómenos físicos, sino solamente los que aparecen en la sensación, con leyes que prescriben sobre la excitación física de los órganos sensoriales.
 
En este sentido, con “físico” habremos de entender de modo lato el “contenido material” inmanente, y no la procedencia de los datos del mundo exterior por intermedio de los órganos sensoriales.
 
Ahora bien, si se acepta la consideración de la excitación física de los órganos sensoriales, las ciencias de la naturaleza habrían de asumir el siguiente problema que Brentano indica con cierta ironía:
 
La ciencia de la naturaleza es aquella ciencia que trata de explicar la sucesión de los fenómenos físicos de las sensaciones normales y puras (no influidas por ningún estado ni proceso psíquico especial), fundándose en la hipótesis de la acción sobre nuestros órganos sensoriales de un mundo, extendido de modo semejante al espacio, en tres dimensiones, y transcurriendo, de modo semejante al tiempo, en una dirección.
 
Ahora se hace preciso que recordemos lo que hemos estudiado de Kant. Brentano continúa inmediatamente en el mismo pasaje:
 
Sin dar una explicación sobre la naturaleza absoluta de este mundo, se contenta con atribuirle fuerzas, que provocan las sensaciones y se influyen mutuamente en su acción, y establece las leyes de la coexistencia y la sucesión de estas fuerzas. En ellas da indirectamente las leyes de la sucesión de los fenómenos físicos de las sensaciones, cuando éstas son pensadas como puras y teniendo lugar en una invariable facultad de la sensación, mediante la abstracción científica de las condiciones psíquicas. De este modo algo complicado hay que interpretar la expresión “ciencia de los fenómenos físicos”, cuando se la hace sinónima de ciencia de la naturaleza.
 
 
Luego agrega en una nota al pie al final de este párrafo:
 
La explicación no es enteramente como Kant la exigiría, pero se acerca a sus explicaciones tanto como es factible […].
 
Pero en el párrafo siguiente nos plantea junto con el asunto de la extensión del término “fenómeno físico”, la adecuación de las prescripciones kantianas en el sentido de ser las prescripciones directas para el fundamento de una teoría newtonianas. Leamos:
Sin embargo, hemos visto cómo se aplica a veces, abusivamente, la expresión “fenómeno físico” a las fuerzas mismas recién mencionadas. Y como, naturalmente, éste es designado como el objeto de una ciencia, objeto cuyas leyes ésta establece directa y expresamente, no creo errar cuando supongo que, también en la definición de la ciencia de la naturaleza como ciencia de los fenómenos físicos, este nombre es asociado frecuentemente al concepto de las fuerzas de un mundo, extendido de modo semejante al tiempo, las cuales provocan las sensaciones, mediante su acción sobre los órganos sensoriales, y se influyen mutuamente en su acción, y cuyas leyes de coexistencia y sucesión investiga la ciencia de la naturaleza. Considerar estas fuerzas como el objeto, tiene la ventaja de que el objeto de la ciencia resulta algo que existe real y verdaderamente. Esto último se alcanzaría también si se definiera la ciencia de la naturaleza como la ciencia de las sensaciones, haciendo tácitamente la misma restricción que acabamos de exponer. Lo que ha hecho dar la preferencia a la expresión “fenómeno físico” fue, sobre todo, la circunstancia de que se pensaba que las causas externas de la sensación eran semejantes a los fenómenos físicos aparentes en ella: ya sea en todos los respectos, como fue el caso primitivamente, ya sea respecto de la extensión en tres dimensiones, como sucede aún ahora. De aquí viene el nombre inadecuado de “percepción externa”. Añádase que el acto de la sensación tiene, además de la inexistencia intencional del fenómeno físico, otras propiedades de las cuales el investigador de la naturaleza no se ocupa, porque mediante ellas la sensación no da del mismo modo indicaciones sobre las circunstancias especiales del mundo exterior.
 
Lo que aquí critica Brentano es el tipo de homologación entre fenómeno físico, objeto de una ciencia natural, y fuerzas. Lo que tenemos como fenómenos físico es un contenido inmanente, el hacia lo cual de mi inexistencia intencional, aquello a lo que me dirijo. Por decirlo así, los fenómenos físicos serían para Brentano casos correspondientes a un género dentro del género sumo de fenómeno. Así, dentro de este género de fenómenos físicos, estarían como sus especies los fenómenos que busca describir la ciencia natural, a través de los métodos que ella misma ha considerado adecuados para encontrar leyes o invariantes causales de su comportamiento.
 
Ahora, un punto clave es este: “[…] se pensaba que las causas externas de la sensación eran semejantes a los fenómenos físicos aparentes en ella […].” Y luego otro aspecto clave que debemos subrayar: “De aquí viene el nombre inadecuado de “percepción externa”.”
 
Luego se suma el asunto más radical: “Añádase que el acto de la sensación tiene, además de la inexistencia intencional del fenómeno físico, otras propiedades de las cuales el investigador de la naturaleza no se ocupa, porque mediante ellas la sensación no da del mismo modo indicaciones sobre las circunstancias especiales del mundo exterior”. Con esto Brentano no hace más que restringir profundamente el campo de la ciencia natural a lo que efectivamente es su campo de trabajo. En una sensación tenemos un contenido (fenómeno físico), un acto intencional con el cual se nos presenta algo (fenómeno psíquico/inexistencia intencional), otras propiedades no advertidas por el modo científico natural, por ejemplo, todas ellas en las que sentimos que nuestros sentidos nos engañan, como el caso de los baldes de agua de Locke. En este sentido, la pregunta que Brentano podría hacerle a Kant es ¿Qué es lo que efectivamente constituye el conocimiento de una ciencia natural?
 
Por otro lado, si consideramos la sentencia respecto de  las causas externas de la sensación y su semejanza con los fenómenos físicos aparentes en ella, podemos proyectar también el estatuto del mundo para Brentano, el cual  toma tan sólo el carácter de inferencia. ¿Pero qué implica este carácter de inferencia? Implica que para llegar al mundo efectivo  es necesaria la mediación de un razonamiento acerca del fundamento oculto de los fenómenos físicos[4], debido a que la mente no se dirige a una cosa extramental sino hacia un contenido material inmanente. Así tenemos que este razonamiento acerca del fundamento oculto evoca entonces la realidad del mundo.
 
Sin embargo, si se conoce el trabajo de Brentano en general se sabrá que no hay una radical desconfianza del mundo y su posibilidad de conocimiento. Más bien la balanza se inclina en esta aporía epistemológica hacia la cuestión de descubrir en qué consiste esta fenomenalidad en cuanto tal, sea del fenómeno físico como del fenómeno psíquico, y en tal caso descubrir que es esto de la representación. Todo ello para consolidar las puertas que puedan abrir la auténtica realización de una psicología autónoma.
 
Si hacemos de inmediato una mirada al contexto fenomenológico, para ver qué pensaría Husserl respecto de esta cuestión entre el fenómeno físico y la ciencia natural, nos encontraremos con el intento de abrir el campo de la evidencia efectiva de las cosas, es decir, del mundo efectivo, más allá de los horizontes científicos -que establecen leyes para alcanzarlo de algún modo-, como carácter de ser de toda vivencia intencional de la cual es correlato.[5]
 
Ahora bien, volviendo a nuestra pregunta acerca de la relación entre Psicología y Fisiología, cabe preguntar: Si la fisiología es una ciencia natural, ¿qué sitio Brentano le asigna finalmente en relación a los límites propios de su objeto de estudio?
 
Corroboremos nuestra apreciación con la lectura del parágrafo 3 del presente capítulo de Psicología desde un punto de vista empírico de Franz Brentano:
 
§3 Los fenómenos psíquicos son representaciones o tienen representaciones de base
 
Sin embargo, intentaremos dar una explicación del fenómeno psíquico, en otro modo más unitario. A este fin se nos ofrece una determinación de la que hicimos  uso anteriormente, cuando decíamos que designábamos con el nombre de fenómenos psíquicos, tanto las representaciones como todos aquellos fenómenos cuyo fundamento está formado por representaciones. Apenas necesitamos advertir que una vez más entendemos por representación, no lo representado, sino el acto de representarlo. Este acto de representar forma el fundamento, no del juzgar meramente, sino también del apetecer y de cualquier otro acto psíquico. Nada puede ser juzgado, nada tampoco apetecido, nada esperado ni temido, si no es representado. De este modo, la determinación dada comprende todos los ejemplos aducidos de fenómenos psíquicos, y, en general, todos los fenómenos pertenecientes a esta esfera.
 
Caracteriza la falta de madurez en que la psicología se encuentra, el hecho de que apenas quepa formular una sola proposición sobre los fenómenos psíquicos, sin que sea impugnada por muchos. No obstante, la gran mayoría coincide con nosotros, por lo menos en lo que acabamos de decir, que las representaciones son el fundamento de los demás fenómenos psíquicos. Así dice Herbart muy justamente: “Cada vez que sentimos, ha de existir en la conciencia, como representado, algo, todo lo embrollado y confuso que se quiera; de modo que este determinado sentir implica este determinado representar. Y cada vez que apetecemos… tenemos en el pensamiento aquello que apetecemos”[6].
 
Pero Herbart va más allá. En todos los demás fenómenos no ve sino ciertos estados de representaciones, que pueden derivarse de éstas; opinión que ha sido impugnada repetidas veces, y en especial por Lotze, con razones decisivas. Entre otros, J. B. Meyer la ha atacado recientemente en una larga discusión, en su exposición de la psicología de Kant. Pero no se ha contentado con negar que los sentimientos  y apetitos puedan se derivados de las representaciones; ha afirmado que los fenómenos de esta especie pueden existir sin ninguna representación[7]. Meyer llega a creer que los animales inferiores tienen sólo sentimientos y apetitos, sin representaciones, y que la vida de los animales superiores y del hombre comienza también con un mero sentir y apetecer, mientras que el representar sobreviene cuando está más adelantada la evolución[8]. Por lo cual también parece entrar en conflicto con nuestra afirmación.
 
Pero, si no yerro, la contradicción es más aparente que real. De varias manifestaciones suyas paréceme resultar que Meyer toma el concepto de representación en un sentido más estrecho que nosotros, y, en cambio, ensancha el concepto de sentimiento en la misma medida. “El representar –dice- no surge hasta que la modificación sentida en el propio estado puede ser considerada como consecuencia de un estímulo externo, aunque esto empiece manifestándose sólo en el acto, inconscientemente realizado, de mirar o tocar un objeto externo”. Si Meyer entendiese por representación lo mismo que nosotros, le sería imposible hablar así. Se percataría de que un estado como el que describe cual comienzo del representar contiene ya un gran número de representaciones, por ejemplo, representaciones de sucesión temporal, representaciones de yuxtaposición espacial y representaciones de causa y efecto. Si todo esto debe estar presente al alma, para que se forme una representación, en el sentido de J. B. Meyer, es claro que esta representación no puede ser el fundamento de todos los demás fenómenos psíquicos. Pero ese “estar-presente” de cada una de las cosas nombradas, es precisamente un “estar-representado” en nuestro sentido. Y un “estar-representado” semejante se halla dondequiera aparece algo a la conciencia; ya sea amado, odiado o considerado con indiferencia; ya sea reconocido, rechazado o –no sé expresarme mejor que diciendo-: representado, en una completa abstención de juicio. Tal como nosotros usamos la palabra “representar”, puede decirse que “ser representado” vale tanto como “aparecer”, “ser fenómeno”.
 
J. B. Meyer mismo reconoce que todo sentimiento de placer y displacer, incluso el ínfimo, presupone un acto de representación, en este sentido, si bien, discrepando de nosotros en su terminología, no lo llama representar, sino sentir. Tal me parece resultar por lo menos de las palabras siguientes: “No hay término medio entre tener y no tener una sensación. Pero la forma más simple de la sensación no necesita ser más que un mero sentir la modificación del propio cuerpo o de una parte del mismo surgida a consecuencia de cualquier estímulo. Los seres provistos de tal sensación tendrían sólo un sentimiento de sus propios estados. A este sentimiento vital de los procesos interiores a la propia piel podría estar unida inmediatamente una diversa excitabilidad del alma a las modificaciones nocivas o provechosas para ella, aunque esta nueva excitabilidad no fuera simplemente derivable de aquel sentimiento; un alma semejante podría tener sentimientos de placer y displacer junto a la sensación… Un alma así dotada no poseería aún ninguna representación…”[9]. Vemos, pues, cómo lo único que merecería el nombre de sentimiento, según nosotros, aparece también, según J. B. Meyer, como cosa secundaria junto a una primera, que cae bajo el concepto de representación, tal como nosotros lo tomamos, y forma el supuesto indispensable de aquella secundaria. Parece, pues, que si la opinión de Meyer es traducida a nuestro lenguaje, la contradicción desaparece por sí misma.
 
Algo semejante acontece quizá con otros que se expresan en términos parecidos a los de Meyer. Con todo, puede suceder que, respecto de algunos sentimientos sensibles de placer y displacer, alguien opine, en verdad, que no tienen por base ninguna representación en nuestro sentido. Por lo menos, no puede negarse cierta propensión a ello. Tal sucede, por ejemplo, respecto de los sentimientos que surgen al cortarse o quemarse. Cuando uno se corta, no tiene las más veces ninguna percepción de contacto; cuando se quema, ninguna percepción del calor; sólo el dolor parece existir en uno y otro caso.
 
Sin embargo, también aquí el sentimiento tiene por base, sin duda, una representación. En tales casos, tenemos siempre la representación de una determinación local, que designamos habitualmente en relación con una u otra parte visible y tangible de nuestro cuerpo. Decimos que nos hace daño el pie o la mano, que nos duele éste o aquel sitio del cuerpo. Por tanto, aquellos sobre todo que consideran una representación local semejante como algo primariamente dado, por la excitación de los nervios mismos, no podrán negar una representación como fundamento de estos sentimientos. Pero tampoco los demás pueden sustraerse a admitir lo mismo. Pues en nosotros no existe meramente la representación de una determinación local; existe también la de una cualidad sensible especial, análoga al color, al sonido y a las otras llamadas cualidades sensibles; una cualidad que pertenece a los fenómenos físicos y que debe distinguirse bien del sentimiento concomitante. Cuando oímos un sonido gratamente dulce o uno estridente, un acorde armónico o una disonancia, a nadie se le ocurrirá identificar el sonido con el sentimiento de placer o dolor concomitante. Pues también allí donde una cortadura, una quemadura o un cosquilleo despierta en nosotros sentimientos de dolor o placer, debemos distinguir del mismo modo un fenómeno físico, que se ofrece como objeto de la percepción externa, y un fenómeno psíquico de sentimiento, que acompaña a la aparición de aquél; si bien el observador superficial propende en esto a la confusión.
 
El motivo capital que provoca el engaño es el siguiente. Es sabido que nuestras sensaciones son transmitidas por los llamados nervios sensitivos. Antes se creía que cada género de cualidades sensibles, como el color, el sonido, etc., se servía de nervios especiales como conductores exclusivos. Actualmente, la fisiología se inclina cada vez más al parecer opuesto[10]. Casi universalmente enseña que los nervios para las sensaciones de contacto, excitados de otro modo, producen en nosotros las sensaciones de calor y frío, y excitados de un tercer modo, las llamadas sensaciones de placer y dolor. Pero, en verdad, algo semejante pasa con todos los nervios, ya que un fenómeno sensible del último género mencionado, puede ser provocado en nosotros por cualquier nervio. Si son excitados muy fuertemente, todos los nervios producen fenómenos dolorosos que no se distinguen entre sí por su especie. Transmitiéndonos un nervio diversos géneros de sensaciones, sucede a menudo que transmite simultáneamente varias, como, por ejemplo, la mirada a una luz eléctrica tiene por consecuencia, a la vez, un fenómeno cromático “hermoso”, esto es, grato para nosotros, y un fenómeno de otro género, que nos es doloroso. Los nervios del tacto transmiten frecuentemente, a la vez, una llamada sensación de contacto, una sensación de calor o frío y una sensación de placer o de dolor. Ahora bien; resulta que cuando varios fenómenos sensoriales aparecen a la vez, son a veces considerados como uno. Esto se ha demostrado de un modo convincente, con respecto a las sensaciones del olfato y del gusto. Está probado que casi todas las diferencias que se suelen considerar como diferencias de gusto son, en verdad, sólo diferencias entre fenómenos olfatorios surgidos simultáneamente. Cosa parecida sucede cuando probamos un manjar caliente o frío; a menudo creemos apreciar diferencias de gusto, que en verdad son sólo diferencias en los fenómenos térmicos. No es de admirar, por tanto, que no distingamos siempre con exactitud lo que es un fenómeno de la sensación térmica y lo que es un fenómeno de la sensación de contacto. Acaso ni los distinguiéramos si no apareciesen habitualmente con mutua independencia. Considerando ahora las sensaciones de sentimiento, hallamos, por el contrario, que a sus fenómenos están las más veces unidas sensaciones de otra clase, las cuales desaparecen de su lado, a lo sumo, en el caso de una excitación muy fuerte. Así se explican muy bien los engaños sobre la aparición de un género especial de cualidades sensibles, y que se creyera tener una sensación sola, en vez de dos. Como la representación subsiguiente venía acompañada de un sentimiento relativamente muy fuerte, incomparablemente más fuerte que el consecutivo a la primera especie de cualidad, considerábase este fenómeno psíquico como el único que se había recibido. Y desapareciendo luego por completo la primera especie de cualidad, creíase no tener más que un sentimiento, sin representación básica de un fenómeno físico.
 
Un motivo más, que favorece el error, es que la cualidad que precede al sentimiento, y éste mismo, no llevan dos nombres distintos. Se llama también dolor, en este caso, al fenómeno físico que aparece con el sentimiento del dolor. No se dice que se tenga la sensación de éste o aquel fenómeno en el pie, con dolor, sino que se dice que se siente dolor en el pie. Esto es un equívoco, como lo encontramos frecuentemente, allí donde varias cosas están en estrecha relación mutua. Llamamos sano al cuerpo y por relación con él, al aire, al sustento, al color de la cara y a otras cosas semejantes; pero manifiestamente en otro sentido. En nuestro caso, según el sentimiento de placer o de dolor, que acompaña a la aparición de un fenómeno físico, llamamos a este fenómeno mismo placer y dolor; y también aquí el sentido está modificado. Es como si dijésemos que un acorde es un placer, porque experimentamos un sentimiento de placer al oírlo, o que la pérdida de un amigo es un gran pesar. La experiencia revela que el equívoco es uno de los principales obstáculos para descubrir diferencias. Sobre todo aquí había de ser un obstáculo porque se ofrecía de suyo un peligro de error y la misma trasposición del nombre era quizá la consecuencia de una confusión. De este modo, muchos psicólogos se engañaron, y otros errores siguieron a éste. Varios psicólogos llegaron a la conclusión falsa de que el sujeto que siente debía estar presente en aquel sitio del miembro lesionado en que un fenómeno doloroso se localiza en la percepción. Pues como identificaban el fenómeno con el sentimiento de dolor concomitante, lo consideraron como un fenómeno psíquico y no como un fenómeno físico. Y precisamente por esto creyeron que su percepción en el miembro era una percepción interna; esto es, evidente e infalible[11].
 
Pero el hecho de que los mismos fenómenos aparezcan a menudo del mismo modo tras la amputación del miembro contradecía su opinión. Por lo cual otros, a la inversa, argumentaron escépticamente contra la evidencia de la percepción interna. Todo se soluciona cuando se ha aprendido a distinguir entre el dolor, en el sentido en que este nombre designa la modificación aparente de una parte de nuestro cuerpo, y el sentimiento del dolor, que se enlaza con su sensación. Una vez hecho esto, ya no se podrá afirmar que el sentimiento del dolor sensible, que se experimenta en una lesión, no tiene por base ninguna representación.
 
Por todo lo cual podemos considerar como una definición indudablemente justa de los fenómenos psíquicos, la de que, o son representaciones, o descansan sobre representaciones que les sirven de fundamento (en el sentido explicado). Con esto habríamos dado una segunda definición de su concepto, divisible en menos miembros que la primera. Empero, no es enteramente unitaria; antes bien, nos presenta los fenómenos psíquicos divididos en dos grupos.
 
 
 
Dejemos esto hasta aquí por hoy. Se hace por ahora necesario meditar el concepto de representación [Vorstellung], que será crucial para comprender la fenomenología husserliana.
 
Muchos saludos,
 
Verónica Arís
 



[1] Véase Heidegger, Zollikon Seminars. Edited by Medard Boss. Illinois: Northwestern University Press, 2001, p. 211.
[2] Op. cit., p. 216.
[3] Cfr. Merleau-Ponty, La structure du comportement. Francia: PUF, 2009, pp. 191-195.
[4] Walton, Husserl, Mundo, Conciencia y Temporalidad, Editorial Almagesto, Buenos Aires, p. 35. Véase también en el artículo: ‘Fenomenología y Realidad’, publicado en Escritos de Filosofía, n° 15 y 16, Buenos Aires, 1985.
[5] Husserl, Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, §68 y 69. 
[6] Nota de Brentano: Psicol., como ciencia, parte II, sección 1°, cap. Primero, § 103. Cf. también Drobisch, Psicol. emp., p. 38 y 348, y otros de la escuela de Herbart.
[7] Nota de Brentano: Psicología de Kant, Berlín, 1870, p. 92.
[8] Nota de Brentano: Ibidem, p. 94.
[9] Nota de Brentano: Psicología de Kant, p. 92. J. B. Meyer parece comprender la sensación del modo como Ueberweg, en su Lógica, I, § 36 (2° edic., p. 64): “La percepción se distingue de la mera sensación porque en ésta la conciencia se adhiere sólo al estado subjetivo, pero en la percepción recae sobre un elemento que es percibido y que, por tanto… se contrapone al acto de percibir como algo distinto y objetivo”. Si esta opinión de Ueberweg sobre la sensación, a diferencia de la percepción, fuese justa, sin embargo, el tener una sensación implicaría un representar, en nuestro sentido. Se verá, posteriormente, por qué no la reputamos justa.
[10] Nota de Brentano: Cf. en especial Wundt, Psicol. fisiol., p. 345 y ss.
[11] Nota de Brentano: Así el jesuita Tongiorgi en su difundido Manual de filosofía.


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