TEXTO: (P) 4, CAPÍTULO 1, LIBRO 2, PSICOLOGÍA DESDE UN PUNTO DE VISTA EMPÍRICO. Brentano.
DE LA DISTINCIÓN ENTRE
LOS FENÓMENOS PSÍQUICOS Y LOS FENÓMENOS FÍSICOS
Capítulo 1. Libro 2.
Psicología desde un punto de vista empírico
1874
Franz Brentano
Parágrafos
del capítulo:
§1 Necesidad de estudiar detenidamente la cuestión
§2 Explicación de la distinción por medio de ejemplos
§3 Los fenómenos psíquicos son representaciones o
tienen representaciones de base
§4 Definición de los fenómenos psíquicos por su
carencia de extensión. Contradicción que se alza frente a esta definición
§5 Es característica de los fenómenos psíquicos su
referencia a un objeto
§6 Los fenómenos psíquicos sólo pueden ser percibidos
por la conciencia interior; para los físicos sólo es posible la percepción
exterior
§7 Los fenómenos psíquicos sólo pueden existir fenoménicamente, los físicos también pueden
existir en la realidad
§8 Si es exacto, y en qué sentido lo es, decir que los
fenómenos psíquicos sólo existen uno tras otro, mientras que los físicos
existen muchos a la vez
§9 Retrospección sobre las definiciones de la ciencia
física y la ciencia psíquica
______________________________________
§4 Definición
de los fenómenos psíquicos por su carencia de extensión. Contradicción que se
alza frente a esta definición
Una definición completamente unitaria, que caracteriza
todos los fenómenos psíquicos, frente a los fenómenos físicos, ha sido
intentada en sentido negativo. Todos los fenómenos se ha dicho, tienen
extensión y una determinación local ya sean fenómenos de la vista o de otro
sentido, ya sean producto de la fantasía, que nos representa objetos
semejantes. Lo contrario, se añade, pasa con los fenómenos psíquicos; pensar,
querer, etc., aparecen desprovistos de extensión y sin situación en el espacio.
Según esto, podríamos caracterizar fácil y exactamente
los fenómenos físicos frente a los psíquicos, diciendo que son aquellos que
aparecen extensos y en el espacio. E inmediatamente, los psíquicos serían
definibles, frente a los físicos, con la más exactitud, como aquellos fenómenos
que no tienen extensión ni una determinación local. Se podría invocar a
Descartes y Spinoza en favor de tal distinción; pero singularmente a Kant,
quien considera el espacio como la forma de la intuición del sentido externo.
A. Bain da recientemente la misma definición “La
esfera del objeto o mundo objetivo (externo) -dice- queda circunscrita
exactamente por una propiedad: la
extensión. El mundo de la experiencia subjetiva (el mundo interno) carece de
esta propiedad. Se dice de un árbol o de un arroyo, que posee una magnitud
extensa. Un placer no tiene longitud, anchura, ni espesor; en ningún respecto
es una cosa extensa. Un pensamiento o una idea pueden referirse a magnitudes
extensas; pero no cabe decir de ellos que tengan una extensión en sí mismos. Y
tampoco podemos decir que un acto voluntario, un apetito, una creencia, llenen
un espacio en ciertas direcciones. Por lo cual, cuanto cae en la esfera del
sujeto se llama inextenso. Usando, pues, cual sucede comúnmente, el nombre de
espíritu para la totalidad de las experiencias internas, podemos definirlo
negativamente mediante un hecho único: mediante la carencia de extensión”[1].
Al parecer, hemos encontrado, pues, por lo menos
negativamente, una definición unitaria para la totalidad de los fenómenos
psíquicos.
Pero tampoco aquí reina unanimidad entre los
psicólogos; y se oye a menudo rechazar, por motivos opuestos, la extensión y la
carencia de extensión, como caracteres distintivos entre los fenómenos físicos
y los fenómenos psíquicos.
Muchos consideran falsa la definición, porque, no sólo
los fenómenos psíquicos, sino también muchos de los fenómenos físicos, aparecen
sin extensión. Un gran número de psicólogos, no sin importancia, enseñan que
los fenómenos, bien de ciertos sentidos, bien de todos, se revelan
originariamente exentos de toda extensión y localización. Sobre todo con
respecto a los sonidos y a los fenómenos del olfato, es muy general esta
opinión. Lo mismo pasa, según Berkeley, con los colores; según Platner, con los
fenómenos del tacto; según Herbart y Lotze, lo mismo que según Hartley, Brown,
los dos Mill, H. Spencer y otros, con los fenómenos que nos son revelados por
los sentidos externos, señaladamente la vista y el tacto, nos parecen ser todos
extensos en el espacio. Pero esto –se dice- viene de que asociamos con ellos,
sobre la base de una experiencia anterior, las representaciones del espacio que
se han desenvuelto paulatinamente; en su origen carecen de determinación local,
pero son localizados por nosotros más tarde. Si sólo fuera éste, en realidad,
el modo por el cual los fenómenos físicos alcanzan una determinación local, no
podríamos manifiestamente seguir distinguiendo ambas esferas por esta
propiedad; y tanto menos, cuanto que también ciertos fenómenos psíquicos son
localizados por nosotros de ese modo, como, por ejemplo, cuando situamos un
fenómeno de ira en el león excitado, y nuestros propios pensamientos en el
espacio que ocupamos.
He aquí, pues, el primer motivo por el cual la
definición dada podría ser rebatida, desde el punto de vista de un gran número
de significados psicólogos. En el fondo, ha de contarse también a Bain, que
pareció defenderla, entre estos pensadores, pues Bain sigue enteramente la
dirección de Hartley. Sólo pudo hablar como ha hablado, porque (si bien no con
entera consecuencia) no cuenta los fenómenos de los sentidos externos, en sí y
por sí, entre los fenómenos físicos.
Otros rechazarían la definición citada, por un motivo
opuesto, como queda dicho. La afirmación por ellos atacada no es la de que
todos los fenómenos físicos aparecen extensos, sino la de que todos los
fenómenos psíquicos carecen de extensión. También ciertos fenómenos psíquicos
se revelan extensos, según ellos. Aristóteles parece haber sido de esta
opinión, cuando, en el primer capítulo de su tratado sobre el sentido y lo
sensible, considera evidente por sí mismo, sin necesidad de previa demostración,
que la percepción sensible es el acto de un órgano corpóreo[2].
Psicólogos y fisiólogos recientes se expresan a veces de modo parecido,
respecto de ciertas emociones. Hablan de un sentimiento de placer y dolor, que
aparecería en los órganos externos, muchas veces incluso tras la amputación del
miembro; y, sin embargo, el sentimiento es, como la percepción, un fenómeno
psíquico. Muchos afirman también que los apetitos sensibles aparecen
localizados, y los poetas están de acuerdo con esto, cuando hablan, si no de un
pensamiento, sí de un deliquio o de un anhelo que penetra el corazón y todos
los miembros.
Vemos, pues, que la distinción dada es objeto de
censura, así por el lado de los fenómenos físicos como por el lado de los
fenómenos psíquicos. Quizá una y otra oposición sea igualmente infundada[3].
En todo caso, se hace necesaria aun una más amplia definición, común a todos
los fenómenos psíquicos; pues la contienda sobre si ciertos fenómenos psíquicos
y físicos aparecen extensos o no revela que el carácter indicado no basta para
la distinción clara; y además, dicho carácter es sólo negativo, para los
fenómenos psíquicos.
[1] Nota de
Brentano: Mental science, Introd.,
cap. I.
[2] Nota de Brentano: De sens. et sens., I, p. 436, 6, 7. Cf.
también lo que dice de las emociones, y en especial del miedo, en De anim., I, i, páginas 403 a 16.
[3] Nota de
Brentano: La afirmación de que ciertos fenómenos psíquicos aparecen extensos
descansa manifiestamente sobre una confusión entre los fenómenos físicos y los
psíquicos, semejante a aquella de que tratamos antes, al demostrar que una
representación es el fundamento necesario de los sentimientos sensibles.
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